domingo, 19 de abril de 2020

Miedo vs. valentía


Si algo nos está enseñando este confinamiento es que hay que vivir y aprovechar los momentos y oportunidades que nos brinda la vida. Y debemos aprender y ser capaces de perder el miedo a exteriorizar los sentimientos, a decir las cosas a la cara; a ser amables y sinceros con los demás, pero sobre todo con nosotros mismos.

Porque puede que un día ya sea demasiado tarde para hacerlo. Porque, para bien o para mal, nada ni nadie es eterno.

martes, 31 de marzo de 2020

Mi primera piedra

¡Qué dura es la adolescencia! Y no, no me dispongo a quejarme de mi alumnado, porque además llevo unos meses “a dieta de quejas”. En esta ocasión voy a echar la vista atrás para acordarme de mí mismo durante aquellos trepidantes años.

Recuerdo que yo era un chaval que se podría definir como “común y corriente”: me gustaba pasar tiempo con mis amigos, jugar al fútbol y las chicas me imponían respeto, ya que era bastante tímido en ese sentido. En la escuela cumplía con mi papel, sacando buenas notas sin esforzarme demasiado. Internet no había colonizado nuestras vidas ni nuestros cerebros y los videojuegos no me despertaban gran interés. Así pues, mi día a día se desarrollaba sin plantearme grandes metas.

Mi madre era profesora y trabajaba junto a mi instituto, por lo que cada jornada íbamos y volvíamos juntos. En una ocasión, cuando tenía catorce años y muy poquita sangre en las venas, mi madre me informó de vuelta a casa de que me había inscrito para participar en un intercambio escolar a Marruecos con alumnos de su centro. Y digo correctamente que me informó porque no se trataba de una negociación, sino que yo iba a ir lo quisiera o no, ya que habían sobrado muchas plazas y, según ella, iba a ser una experiencia genial para mí.


Imaginad, un chico de esa edad al que sacas de su zona de confort para llevarlo más de una semana a otra cultura con un grupo de extraños a casa de un chaval completamente desconocido. Yo me cerré en banda y me indigné con el mundo, o más bien con mi madre. En realidad, me daba igual si era Marruecos o Nueva York, ese no era el problema. Lo que me descolocaba era estar tanto tiempo sin mis amigos, sin mi grupo de iguales. Y la gota que colmó el vaso la volvió a poner mi madre con su frase “¡pero si también va tu amigo Abel!”. Y aquí hay que hacer un inciso, esto merece una explicación aparte.

¿Conocéis esa sensación en la que vuestros padres quieren obligaros a que os hagáis amigos del hijo de algún amigo suyo? Pues bien, “mi amigo Abel” era el hijo de un compañero de mi madre, quien tampoco estudiaba en ese instituto y al que también habían apuntado al intercambio sin su consentimiento. Supuestamente era mi amigo porque nos habíamos conocido meses atrás en un traumático fin de semana entre colegas de trabajo. Durante esos dos días, que se me hicieron eternos, fuimos los únicos adolescentes rodeados de adultos, solo acompañados de dos niños pequeños, y para colmo nos obligaron a dormir juntos en una cama individual. Eso no se le hace a un chaval en esos años tan complicados…

Así pues, el hecho de que Abel también fuera al intercambio no era ni mucho menos un aliciente para mí, quizás todo lo contrario. Pero bueno, como era consciente de que mi madre tenía las de ganar, no tuve más remedio que resignarme y aceptar el devenir de los acontecimientos. Unas semanas antes de nuestra partida tuvimos una reunión previa y allí pude conocer a mis futuros compañeros de viaje. Yo seguía bastante cerrado, pero pese a esto me dio la impresión de que no parecían mala gente.

Y así resultó ser. Llegó el gran día y partimos en autobús rumbo a Algeciras para tomar el ferry que nos llevaría a cruzar el estrecho. A los pocos minutos y como por arte de magia, ese grupo tan reducido como pintoresco de estudiantes se había convertido en una pequeña familia, y mis dudas y enfados no eran siquiera un recuerdo.


Es imposible describir en unas cuantas líneas aquel viaje porque simplemente me cambió la vida. Mi compañero de intercambio, Mazin, y su familia fueron adorables; difícilmente podrían haberme acogido y tratado mejor. El grupo de españoles fue todo un descubrimiento, principalmente por dos personajes; y con el resto de marroquíes formamos una amistad que incluso ha hecho que volvamos a cruzarnos en numerosas ocasiones por diferentes partes del mundo. Es más, incluso conocí a mi primer amor, con lo parado que yo era (la verdad es que solo faltaron las luces de neón para que me coscara).

Y desde entonces ya no hace falta que use las comillas cuando hablo de mi gran amigo Abel. Al final tuve y tengo que darle la razón a mi madre, ya que aquella experiencia me hizo encontrarme (o reencontrarme) con una persona que desde entonces ha sido fundamental en mi vida, uno de mis grandes apoyos. Al mismo tiempo, me brindó la oportunidad de comenzar a batir mis alas para luego poder volar en libertad y llegar a ser quien soy. Se podría decir que fue algo así como el prólogo del libro de mi vida racional, el episodio piloto de mi despertar emocional.

Diecinueve años después echo la vista atrás y doy las gracias a mi madre y al destino porque ese viaje me hizo madurar, evolucionar y crecer como persona. Descubrí que el mundo estaba lleno de otras culturas, paisajes, idiomas, pueblos; inmensamente maravillosos y fascinantes. Y me hizo darme cuenta de que yo quería conocerlos, recorrerlos y dejarme sorprender por ellos, como he seguido haciendo desde entonces. En ese momento tampoco era consciente, pero esa sería mi primera vez en África, la primera de muchas, en esa tierra que me robó el corazón y que me sigue aguardando pacientemente hasta que vuelva.

sábado, 21 de marzo de 2020

Emociones


Son las seis y media de la mañana de un día cualquiera. De nuevo me encuentro en una especie de duermevela y me viene a la cabeza una actividad literaria que me propusieron hace ya algún tiempo. Esta decía algo así como que intentáramos reproducir una emoción del pasado que nos hubiera llenado mucho, e inconscientemente lo primero que suele venirnos a la cabeza son momentos de máxima felicidad o de una enorme tristeza, como buscando siempre una especie de culmen de la emoción.

Aquí y ahora, con las primeras luces del alba, me vuelvo a hacer esta misma pregunta, pero el contexto cambia: en días como los que estamos atravesando la respuesta difiere desmesuradamente. Pienso en que no es necesario irse tan lejos, tan al extremo. Nos encontramos en un momento en el que vemos pasar las horas lentamente, encerrados entre cuatro paredes sin saber muy bien hasta cuándo durará este cautiverio, añorando y anhelando lo que siempre ha estado ahí fuera pero no supimos valorar.

¿Una emoción? Quizás sería suficiente con algo tan aparentemente banal y cotidiano como una sonrisa, una mirada cómplice o un simple abrazo sincero; los que me conocen un poco saben que puedo llegar a ponerme muy pesado con esto. Una palmadita en el hombro, una caricia, un beso. Gestos y situaciones habituales que ni siquiera nos paramos a valorar, como dar un paseo, ir plácidamente en bicicleta hasta la playa o caminar sobre la arena húmeda tras la bajamar, sintiendo el ir y venir de las frías olas erizando tu piel al contactar con tus desnudos pies. Sentir la brisa marina en tu cara o ese rayo de sol que se cuela inesperadamente entre las nubes para aterrizar sobre tu rostro adormilado. Una improvisada reunión familiar con cualquier excusa, una pingüe barbacoa con amigos y mucha carne, poco verde y demasiada cerveza, o un domingo metido en la cama abrazado a esa persona tan especial, sin preocuparse de qué hora es. Nos encontramos con tantísimas emociones infravaloradas al cabo de un día que no nos damos ni cuenta, inmersos en esa prisa constante que nos impide pararnos a degustar estos pequeños placeres de la vida, que son precisamente los que más nos deberían hacer sentir vivos. Pero no, nos empeñamos y nos encabezonamos en dejarlos pasar sin darles la importancia que merecen porque, claro, es mucho más importante seguir este ritmo de vida robotizado de nuestra alienada sociedad, siempre corriendo tras quién sabe qué.

Quiero pensar que este momento histórico que estamos experimentando nos ayudará a que abramos los ojos y seamos más conscientes de la suerte que tenemos de estar aquí y ahora, a disfrutar el día a día y los pequeños detalles que nos regala cada amanecer, y a olvidarnos de preocupaciones insignificantes y superfluas. Ahora, más que nunca cobra importancia ese sabio y vetusto proverbio: "Nunca valoras lo que tienes hasta que lo pierdes".

Así pues, vivamos y amemos, libremente. Dejémonos de odio, intolerancia e inquina. Vivamos cada día, cada instante, que aún nos queda una segunda oportunidad y la de la guadaña se presenta sin avisar. Simplemente, vivamos.

lunes, 3 de diciembre de 2018

Resaca electoral


El diccionario de la RAE, en su tercera acepción, define la palabra "resaca" como malestar que padece al despertar quien ha bebido alcohol en exceso. Pues bien, yo ayer no probé ni una gota de alcohol en todo el día, pero a estas horas de la tarde no se me quita ese malestar, y mira que hace horas que desperté.

Casi 24 horas después de conocer los resultados de las elecciones andaluzas celebradas ayer, me sigue costando (y mucho) digerir el panorama que se nos presenta. Me surgen muchas preguntas y sigo dándole vueltas a tantos y tantos comentarios y declaraciones que he escuchado.


En primer lugar, me preocupa muchísimo la baja participación de la sociedad andaluza: 58,65%. Ese 41,35% de los andaluces que ayer no votaron, ni tampoco lo han hecho por correo, ¿por qué ha sido? ¿No creen en este sistema porque "votar no sirve para nada", como dicen muchos? ¿Piensan que "todos los políticos son unos ladrones y unos corruptos" y que "total, para qué"? ¿Es simple pasotismo? ¿O es que tenían una resaca de esas que dice la RAE en su tercera acepción que les impidió acercarse a su colegio electoral durante las 11 horas que estuvo abierto? Sea como fuere, no tienen derecho a quejarse de los resultados (o al menos no tanto como el que sí haya votado), sean de la ideología que sean. Ciertas personas defienden que no votan porque "ningún partido político los representa", pero lo quieran a no, cinco partidos políticos, cada uno con sus escaños, los van a representar y van a decidir el futuro de esta comunidad. Su futuro.

Se está hablando mucho del voto de castigo al PSOE y a Susana Díaz. Creo que no es sano en democracia que un mismo gobierno se mantenga durante tantísimos años (casi 40) y eso, a la vista está, les ha pasado factura. Lo único bueno, por buscar el lado positivo, es que se ha demostrado una vez más que el bipartidismo tiene los días contados, y es algo que se debería hacer mirar el "PPSOE", incapaces de hacer autocrítica y hasta arriba de mierda y corrupción.


¿Qué pasa ahora? Que la izquierda, una vez más, no ha sido capaz de organizarse ni de hacer levantarse a su gente, ni siquiera una vez cada cuatro años para meter un voto en una urna. Y una vez más, nos adelantan por la derecha, que esta ocasión ya no es ni el arcén sino la cuneta. La derecha nunca falla y sus votantes nunca faltan a la cita electoral.

Así que, de buenas a primeras (¿de verdad nadie lo veía venir?), un partido de extrema derecha se cuela en el Parlamento Andaluz con doce escaños y representación en las ocho provincias. Nada más y nada menos que 395.978 andaluces han depositado su confianza en este partido; el 11% de los que se pusieron las babuchas ayer para ir a votar; uno de cada nueve votantes. La extrema derecha está creciendo en toda Europa, eso es obvio y real, incluso gobernando en algunos países, y aquí no iba a ser menos. Así que si le sumamos la ayuda y difusión que le han dado los grandes medios de comunicación y el resto de los partidos... ¡Bingo! ¡Aquí tenemos a VOX! Y Marine LePen y compañía la mar de contentos. De sus propuestas no hace falta hablar; quien no las conozca y quiera viajar en el tiempo aquí puede echarle un vistazo a sus "100 medidas para la España viva". Espero que esos 395.978 andaluces tuvieran una ligera idea del pie que cojea este partido antes de depositar su voto. (Una pista, no es el izquierdo).


Total, que nos encontramos este panorama en el que PSOE, PP y Adelante Andalucía (Podemos-IU) se hunden y Ciudadanos sube como la espuma, y resulta que ahora VOX es el partido que tiene la llave para formar gobierno. ¿Y qué hacen PP y Ciudadanos? Pues ambos quieren gobernar sí o sí, y no solo no rechazan rotundamente negociar con esta gente, sino que menos de 24 horas después ya incluso se dejan querer un poco: Pablo Casado, presidente del PP, y José Manuel Villegas, número 2 de Ciudadanos. Y estos enlaces los saco de El Mundo, que no es precisamente un periódico de izquierdas que quiera malmeter.

En fin, que ahora queda esperar a ver qué chanchullos hacen para formar gobierno, pero pase lo que pase estos resultados me dan pena, vergüenza y miedo, mucho miedo. La gente que le quita importancia diciendo que "son solo 12 escaños" creo que no es para nada consciente de en lo que se está convirtiendo la semilla que lleva tanto tiempo sembrada. Espero que los partidos políticos y la sociedad en general reflexione y aprenda de lo que pasó ayer en Andalucía, porque falta menos de un año para las elecciones generales y esto, lejos de ser un hecho aislado, puede ser el principio de algo muy gordo. Así que es el momento de demostrar si realmente estamos en 2018 o si por el contrario queremos retroceder unas cuantas décadas.

BONUS TRACK: Si os ha parecido un coñazo el enlace de las propuestas de VOX de su página web, aquí podéis ver los principales puntos de su programa explicados de forma más amena por el mismísimo Santiago Abascal, líder del partido. El trasfondo no es para reírnos, precisamente.

domingo, 31 de diciembre de 2017

2018


Y sin darnos cuenta, el 2017 se nos ha escurrido entre los dedos... Un año más, lleno de objetivos y promesas, bastantes de ellas incumplidas, y que a su vez nos invade de nuevos deseos, retos y sueños que alcanzar en este 2018.

En medio de ese "caos psicológico" me encuentro, como tanta otra gente, cuando de pronto me he encontrado una interesante publicación de la psicóloga argentina Mirta Médici que he decidido compartir aquí:

"No te deseo un año maravilloso donde todo sea bueno. Ese es un pensamiento mágico, infantil y utópico.
Te deseo que te animes a mirarte, y que te ames como eres. Que tengas el suficiente amor propio para pelear muchas batallas, y la humildad para saber que hay batallas imposibles de ganar por las que no vale la pena luchar.
Te deseo que puedas aceptar que hay realidades que son inmodificables, y que hay otras, que si corres del lugar de la queja, podrás cambiar. Que no permitas los "no puedo" y que reconozcas los "no quiero".
Te deseo que escuches tu verdad, y que la digas, con plena conciencia de que es sólo tu verdad, no la de otro.
Que te expongas a lo que temes, porque es la única manera de vencer al miedo.
Que aprendas a tolerar las "manchas negras" del otro, porque también tienes las tuyas, y eso anula la posibilidad de reclamo.
Que no te condenes por equivocarte; no eres todopoderoso.
Que crezcas, hasta donde y cuando quieras.
No te deseo que el 2018 te traiga felicidad. Te deseo que logres ser feliz, sea cual sea la realidad que te toque vivir".

Lo dicho, familia: ya está aquí el 2018. A por él, siempre con una sonrisa.



jueves, 7 de enero de 2016

Amanecer


Casi un año después, aquí me veo, ante una hoja en blanco. ¡Vaya responsabilidad! En los últimos dos años he escrito cinco míseras entradas, cuando los años anteriores solía pasar horas y horas aquí delante... ¿Qué me ha pasado?

Evidentemente mi vida es mucho menos "exótica" y "excitante" que cuando vivía en África o Argentina, pero tampoco es motivo para este cambio. Recuerdo cómo me encantaba sentarme delante de la pantalla y dejar las letras fluir, tratando de acercarme a mi gente, tan lejana, a través de mis líneas y mis fotografías. Quiero volver a sentir eso, quiero recuperar esa alegría. Y quiero seguir compartiendo estos momentos con toda mi gente y a la que, desgraciadamente, no tengo la oportunidad de ver. Nuestras vidas se separan y continúan, eso es inevitable, pero cuando años después vuelves a encontrarte con personas tan especiales, te das cuenta de la grandeza de la amistad.

En fin, que esto viene a los llamados "propósitos de Año Nuevo" tan típicos de estas fechas y que a muchos no nos duran ni hasta febrero (incluso ni los llegamos a empezar). Este año, dentro de menos de un mes más concretamente, alcanzaré una cifra tan temida como motivante, y ya llevo un tiempo dándole vueltas al coco. Como dijo una amiga hace pocos días, "empieza la década en la que seguramente tendremos más cambios en nuestras vidas", así que hay ponerse manos a la obra, que diez años pasan volando.



Así que quiero seguir conociendo lugares nuevos y volver a otros donde ya estuve. Quiero visitar más a la familia y a mis viejos amigos; y a los nuevos también. Quiero cuidarme más, porque bastante mierda nos hacen comer y respirar como para que nos reventemos nosotros solos. Quiero volver a escribir (lo sé, ya lo he dicho), disfrutar y que lo disfruten. Quiero seguir aprendiendo en esto de la música y ampliar horizontes. Quiero seguir amando mi trabajo y pasándomelo bien en él. Quiero volver a ilusionarme aunque luego me equivoque. Quiero ver a los míos unidos, felices y con buena salud. Quiero volver a Burundi y verlo en paz. Quiero estar más en contacto con la naturaleza. Quiero quitarme de la siesta (eso me va a costar). Quiero aportar mi granito de arena para que el mundo sea un lugar mejor, con mejores personas. Quiero leer más. Quiero aprender cosas nuevas como dibujar, malabares, algún otro idioma, cocinar o levantarme/prepararme 5 minutos antes para no llegar tarde a los sitios. Quiero perder menos el tiempo en pamplinas. Quiero ver menos deporte y practicarlo más. Quiero borrar de mi vida a la gente tóxica y acoger a la que de verdad merece la pena. Quiero reír y llorar. Quiero vivir.

Seguro que se me olvidan cosas, pero esta es mi particular "post-carta a los Reyes Magos". Ahora "sólo" me queda hacer todo lo que esté en mi mano para que se cumpla. Y que se cumpla.


jueves, 26 de febrero de 2015

Tu frialdad


Buenas tardes. Después de mucho, demasiado tiempo, rompo mi silencio. Y nunca mejor dicho, porque vuelvo trayendo una canción grabada junto a mi casi hermano Dámaso Estévez a la guitarra, hace poco más de una semana en la eterna ciudad de Granada.

Viene acompañada de imágenes tomadas durante mi estancia en Burundi, hace ya casi dos años, cargada de melancolía. Es también, por qué no, mi forma de dar las gracias a Dámaso y a toda la gente que me acompañó en esa aventura, seguramente la más enriquecedora de mi vida. ¡Amahoro!

Espero que os guste y la disfrutéis, pese a haber sido grabada con muy pocos medios. Tu frialdad...


PD. Para verlo mejor, podéis ampliar el vídeo o ir al enlace de youtube.