viernes, 26 de julio de 2013

Partido oficial en Burundi


Vamos a volver momentáneamente a Burundi, allá por el mes de octubre del año pasado, concretamente el día 20. Ese día, en Ngozi se celebró uno de esos llamados "partido del siglo", al menos para mí, porque fue una experiencia que nunca olvidaré. Nos enfrentábamos "Les Chauffeurs" de Ngozi contra el "Mazout FC" de Bujumbura, y no fueron pocas las personas que vinieron a ver dicho espectáculo.



Se trataba de mi primer partido "oficial" en Burundi, con equipaciones, árbitro, jueces de línea, tablilla de cambios para el cuarto árbitro y todo el protocolo que exige un partido de verdad, pero en plan rústico. Antes del partido, calentamiento, foto oficial y los del otro equipo alucinando al ver a un muzungu. No sé por qué, me comparaban físicamente con Mata y hubo varios que hasta se hicieron fotos conmigo. De locos.

Tablilla para marcar los cambios y el tiempo adicional

Aspecto del "estadio", con bastantes espectadores

Y comenzó el partido. Empecé como lateral izquierdo y acabé de mediapunta, y os puedo prometer, aunque suene a tópico, que nunca he jugado un partido tan físico en mi vida. Jugué unos 70 minutos y acabé totalmente exhausto, pero muy feliz por la experiencia vivida, en un ambiente de total deportividad y juego limpio, que mucho podríamos aprender en Europa.





Y algunos se preguntarán, ¿el resultado? Pues victoria holgada de Mazout FC por 3-0; incontestable. Al final risas, fotos, felicitaciones y convivencia entre los dos equipos, como debe ser. ¡Así da gusto jugar al fútbol!

El gran Baden

Una posición muy "bauliana"

Fútbol físico en Burundi

Momento del cambio

martes, 23 de julio de 2013

Ferrara


Para cerrar la trilogía de mi semana en Italia, uno de los días estuve en Ferrara, en la región de Emilia-Romagna. Y me llevé una enorme y grata sorpresa porque no esperaba una ciudad tan hermosa; sin ir más lejos es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Un centro histórico precioso, lleno de plazas y calles peatonales, edificios antiguos, iglesias, castillos y su barrio judío, que casi te da la impresión de trasladarte a la Edad Media.







Para hacer mejor aún la visita, cerramos el día viendo el concierto de “PFM canta De Andrè”, en el que el grupo PFM interpretaba las canciones del mítico Fabrizio De Andrè, al que acompañaron en una de sus giras allá por los años setenta. Todo esto en un marco incomparable: la Piazza Castello (la plaza del castillo de Ferrara). Sinceramente, me he hecho fan de estos señores conocedores de la poción de la eterna juventud, sí, sí.


domingo, 21 de julio de 2013

Desenzano del Garda


Siguiendo con mi viaje por territorio italiano, mi primer día tuve la ocasión de visitar Desenzano del Garda, un coqueto pueblecito al borde del Lago di Garda, con un puerto deportivo y un pintoresco centro histórico. Un día bastante agradable, aunque para agradable el helado de stracciatella y melocotón que me comí. ¡Qué barbaridad!





jueves, 18 de julio de 2013

Verona



Siete años después de haberla visitado con Abel y Silvia, volví a Verona. Mucho ha cambiado mi vida desde entonces, pero no tanto esta bellísima ciudad italiana llena de vida, de mercados, de plazas, de gente en bicicleta, de monumentos excepcionales y de casas antiguas de todo tipo de colores. Fue una verdadera delicia poder pasear despreocupadamente por sus calles o bordear el río Adige en bicicleta, ya fuera solo o en buena compañía local. Y del tema gastronómico mejor no hablar: pizza, pasta, helados, vino… No me he privado de nada. Os dejo con algunas instantáneas veronesas. Ci vediamo presto!
















martes, 16 de julio de 2013

El día en que casi me quedo en Burundi


Bujumbura, Burundi. Domingo 23 de junio de 2013. Me encuentro pasando mis últimas horas en Burundi acompañado de mi gente, ya que a las 19:50 sale mi avión: Bujumbura-Nairobi-Bruselas-Madrid. Pasamos la mañana en la playa, al borde del lago Tanganika, y por la tarde vamos un rato a ver conciertos, ya que se celebra la fête de la musique. Y como soy un chico responsable, a eso de las cinco me voy a la casa de mis amigos a recoger la maleta para irme al aeropuerto. Una vez allí, me ducho, me empiezan a dar regalos, nos hacemos fotos, y de pronto ¡eran las seis de la tarde! Así que me entra un poco la prisa, cierro la maleta y salgo con Amidou, Silvia y Teresa a la búsqueda de un taxi. Las seis y media y por fin estamos en dirección al aeropuerto, a donde se tardan unos veinte minutos en llegar; no iba sobrado de tiempo, precisamente.


En ese momento llamo por teléfono al Rector, el cual debía estar en el aeropuerto porque tenía que llevar a un profesor visitante estadounidense y, golpe de suerte, me dice que el avión sale dos horas de retraso. Acto seguido me echa la bronca, con razón, porque de no estar retrasado podría haber perdido el avión. Así que me doy media vuelta y me aseguro del horario del vuelo, que saldría finalmente a eso de la una de la madrugada. ¿Qué hago? Pues nada, decido dar una sorpresa a mis amigos presentándome en el restaurante en el que habían quedado para cenar y ellos flipando, claro. Ceno tranquilamente, me re-despido de ellos y me dirijo al aeropuerto a eso de las 22:30, esta vez con Saloum haciéndome el enorme favor de llevarme en su coche. Lo que no sabía en ese momento es que se avecinaba rock & roll...

Llego al aeropuerto con tiempo de sobra y me recibe, como es habitual, un policía con una kalashnikov, pidiéndome billete y pasaporte, ya que solo los viajeros pueden entrar en la terminal. Se lo entrego y me dice, ante mi sorpresa, que no puedo salir del país, ya que tengo un visado simple hasta 2014, pero le digo que me voy definitivamente y que no lo necesitaré más. Ahí me despido de Amidou, Silvia, Teresa y Saloum y entro a facturas mis dos enormes y pesadas maletas. Normalmente solo podía llevar dos maletas de 23 kg. y un equipaje de mano, y al pesarlos, sorpresa: una maleta de 33 kg. y otras de 17 kg. Me pasaba en 4 kg. Una auxiliar me pone la pegatina en la mochila que llevaría de mano, y el "jefe" me dice que no puedo pasar con eso, que es muy pesado. Yo, obviamente, empiezo a ponerle la cabeza loca contándole mi vida, que llevo muchos regalos porque vuelvo a mi país después de un año... y nada, le da igual. Le pregunto cuánto cuesta cada kilo y me dice que no, que hay que pagar 100€ por sobrepeso, ya sea de uno o veinte kilos. Y aquí es donde entra la picaresca, ya que no tenía ninguna intención de pagar ese dinero y tampoco tenía sitio en la mochila...


Le digo al tipo que tengo un portátil en mi maleta grande, y que sacándolo puedo aligerar el peso. Y, milagrosamente, lo saco y la maleta pasa a pesar 29 kg., lo que hacía un total exacto de 46 kg. Me dice que todo va bien, me da mi billete, me pone la etiqueta en el bolso del portátil, y en ese momento, cuando me estoy yendo, se da cuenta de que tengo ya un equipaje de mano. Me grita para que vuelva y lo miro con cara de "lo siento, demasiado tarde, te la he metido doblada". Y llego al escáner y control de pasaportes. Más rock & roll.

Entrego mi billete, mi tarjeta de salida de Burundi y mi pasaporte, y el policía, este más enterado que el de la puerta, me dice que no puedo salir del país porque es un visado simple que solo me permite la entrada del país y no la salida. Yo, al principio creo que es una jugarreta para asustarme o sacarme dinero, pero luego me doy cuenta de que va en serio: parece ser que debería haber ido a la oficina de la policía de fronteras en Bujumbura para "dar de baja" mi visado simple de dos años y así poder salir del país. Sin perder la calma, le cuento mi vida durante unos diez minutos, justificándome en que la Universidad se había encargado de tramitarme el visado y que me habían dicho que podía abandonar el país sin problema, siempre que fuera definitivamente. Él insiste en que no puedo salir del país sin hacer ese trámite y, por consiguiente, no puedo coger el avión. Tras una larga conversación me dice algo así como que, como he sido una persona que ha trabajado y ha hecho un buen servicio a Burundi y él también, podría dejarme pasar si a cambio le doy una "ayudita" luego en la cafetería... Yo, flipando aún, le digo que me parece bien, pero que solo tengo poco más de 1.000 FBU (unos 0,60€). Me dice que le puedo pagar en dólares o euros, pero le digo que no tengo, que los he facturado todos, a lo que acepta "echándome una reprimenda" porque siempre hay que llevar el dinero consigo. En realidad, tenía un billete de 100€, pero lógicamente no se lo iba a dar a él... En fin, corrupción de lo más barata.


Bastante aliviado y confiado, sigo mi camino, pero en ese momento me doy cuenta de que simplemente me habían dejado pasar, pero que no me habían sellado el pasaporte. Efectivamente, ahora sí estaba en el verdadero control de pasaportes, con dos policías bastante más serios con su ordenador, su ansiado sello y toda la pesca. Misma conversación, más rock & roll todavía. Pero este sí que se veía decidido a no dejarme pasar, simplemente porque era ilegal y porque él no parecía tan fácilmente corrompible. Así que me dice que no, y que me aparte para dejar pasar al resto de pasajeros. Esto ya no era tan divertido, aunque yo sigo tranquilo porque tengo un as en la manga: el billete de 100€. La gente y el tiempo seguían pasando, y ya quedaba menos de una hora para que saliera mi vuelo, y yo esperando...

...Hasta que llegó mi golpe de suerte. Dos parejas de franceses, de unos sesenta y tantos años, llegaron al control de pasaportes. Pasó el primer señor, pero cuando pidieron el pasaporte a su mujer los pararon a todos. ¿El problema? Habían entrado en Burundi por Ruanda hacía una semana, pero tenían un visado de solo tres días, así que tenían que pagar 40 dólares cada uno. El otro señor comenzó a gritar y a quejarse, y la mujer dijo que por qué habían dejado pasar a su marido y a ella no. ¿Resultado? Llamaron a su marido para que él también pagara, y este llegó enfurecido insultado a su mujer, a los policías y a toda la burocracia africana. La escena lamentable de gritos, ladridos y toda clase de sonidos guturales se prolongó durante más de cinco minutos, hasta que el policía se me acercó y me dijo las palabras mágicas: Mira, como tú tienes bastante más educación que estos señores te voy a dejar pasar, pero ellos van a pagar 40$ cada uno. Y me sonrió.


Así que ahí, con mi sellito, pasé a la zona de embarque más ancho que un torero. Y una vez allí le di su "merecida recompensa" al otro policía mediante el método tradicional burundés: billetes bien dobladitos, apretón de manos y a correr. Y ya el viaje fue coser y cantar, excepto por un niño que se pasó llorando el viaje hasta Bruselas. Todo por solo 1.300 FBU.