Hoy he cumplido oficialmente una semana como trabajador en la afamada empresa "Amorino", que dispone de la "friolera" de 19 heladerías por todo París...
Pero comencemos la historia desde el principio: el pasado día 9 de abril me dieron dos semanas de vacaciones en mi anterior trabajo, y en vista de que hoy, 30 de abril, acababa mi contrato, me puse en serio a buscar un trabajo sustitutorio por algunos meses en París, olvidándome de aprovechar este tiempo para viajar... Así pues, recorriendo a pie esta ciudad repartiendo currículums a diestro y siniestro, descubrí la increíble simpatía de esta "amable" gente, a los que sólo les falta escupirte a la cara y limpiarse el culo con tu currículum...
Pese a todo, una semana después me llamaron de una pequeña brasserie, es decir, un restaurante francés, para que trabajara tres horas al día con ellos, de lunes a viernes, al mediodía, cerca de los Jardines de Luxemburgo... Y allí me presenté, como único camarero del restaurante y con cero experiencia, más nervioso que Luis XVI antes de que lo guillotinaran, y obviamente la lié bastante: se me olvidaban bastantes cosas, pero lo peor era un extraño temblor en la mano que no podía controlar al llevar los cafés a los clientes, y que aumentaba cuando mi jefe me perseguía gritándome "¡No tiembles Andrés, no tiembles!". También fue memorable, el primer día, cuando me dijo que "gritara los platos a la cocinera" cuando me los pidieran. Yo, ni corto ni perezoso, y como he visto y oído toda mi vida en España, "grité" literalmente "una ensalada de queso de cabra caliente" desde el otro extremo del restaurante, y mi pobre jefe se llevó las manos a la cabeza, avergonzado, y no sabía dónde esconderse... Pese a que pueda parecer un desastre, y a que los dos primeros días me perseguía por todas partes, mi querido ex-jefe no me quería dejar ir cuando el tercer día le dije que no quería seguir, e incluso me pidió que volviera al día siguiente y me lo pensara (también es ovbio que necesitaba a alguien, si no se quedaba con el culo al aire...). Así que mi periplo por el mundo de la hostelería duró sólo cuatro días...
Hasta que, el mismo día que dije de dejar el trabajo, me llamaron de la anteriormente mencionada "Gelateria Amorino" (que por cierto, también existe en España), para que empezara dos días después, el sábado 23 de abril. He olvidado mencionar que me habían hecho una entrevista ese mismo miércoles, pero no tenía grandes esperanzas porque había bastantes candidatos...
Y nada, en esta semana ya ha terminado mi formación tanto en helados como en cafetería, y ya tengo una placa con mi nombre y la palabra "vendedor". Además, he vivido experiencias tan diversas como hacer helados-flores de 6 ó 7 sabores diferentes, ser fotografiado por chinos, entrar en una cámara frigorífica a -27ºC con un abrigo finito y unos guantes de broma o inventarme por completo el italiano hablado. Y por supuesto comer helado, mucho helado.
Así que todo va bien, hoy ha acabado oficialmente mi contrato como asistente de lengua española y ya me puedo centrar en mis heladitos... Otro día escribiré, también, sobre mi experiencia pedagógica con futuros premios Nobel...
Pero no será hoy, ¡que esto ya es muy largo! ¡Bonne soirée à tous! =)