Hace 26 años y un "chorreón", exactamente el 31 de enero de 1986, ponía pie (y nunca mejor dicho) en este mundo, más concretamente en Jaén. Solo hay algunos afortunados que conocen la verdadera historia de cómo llegué a este mundo, y hoy, tras la autorización materna pertinente, creo que ha llegado el momento de revelaros la que fue la primera "pichaventurita" (como diría mi querido y lejano amigo Ángel), y esta va en versión extendida. Sé que es larga, pero creo que merece la pena el esfuerzo de leerla.
Todo comenzó un par de meses antes, cuando recomendaron a mi madre reposo absoluto por riesgo de parto prematuro. Parece que yo estaba algo inquieto por venir al mundo, pero por suerte consiguieron aplazar este hecho. Para esto, mi pobre madre tuvo que pasarse dos meses en cama, sin poder moverse prácticamente, para que este servidor no saliera antes de tiempo y "sin terminar".
Poco después, parece ser que la misma noche de Fin de Año, que fue famosa por el sketch de Martes y Trece de las Empanadillas de Móstoles, estuve a punto de venir al mundo por un ataque de risa que le dio a mi madre viendo este vídeo, pero todo quedó en un simpático susto.
Llegamos a mediados de enero, cuando el médico recomendó a mi madre hacer vida normal para recuperar la fuerza en la musculatura, ya que el riesgo de parto prematuro había pasado. Parece ser que ahora me encontraba bastante a gusto en ese cálido y oscuro lugar, sin ninguna intención de salir. Por otra parte, es normal si lo piensas fríamente: dormir todo el día en pensión completa, sin responsabilidades... ¡maravilloso!
Total, que mi madre se lo tomó tan en serio que incluso se apuntó a un curso de "no sé qué" del profesorado, de los de verdad, de ir a clase, no como los de ahora de internet chungos. El segundo día del curso, un viernes, fue a clase por la mañana con total normalidad. Pero por la tarde, la madre naturaleza decidió que ya estaba bien, y mi madre empezó con las contracciones...
Y aquí empieza el verdadero clavario de mi pobre madre para traerme al mundo. Llegamos al hospital (me puedo incluir, ¿no?) y metieron a mi madre en una especie de sala de observación, esperando a que se pusiera de parto definitivamente. Mi madre ya lo estaba pasando regular y a su lado había un grupo de matronas jugando al maravilloso juego del parchís, cuando llegó el esperado momento. Mi madre y mi tía empezaron a llamar a las matronas, pero debía de ser una apasionante e igualada partida de parchís, porque en un primer momento no hicieron ningún caso. Después acudieron a la llamada, junto con un médico, el famoso Don Braulio, quien se percató de un "pequeño" problema...
Parece ser que, justo en el momento del parto, a mi me dio por darme la vuelta y ponerme literalmente "de culo", con los pies por delante, como queriendo emular al mismísimo Pepe. Don Braulio dijo que era muy peligroso nacer así, ya que corría el riesgo de ahogarme con mi propio cordón umbilical, por lo que había que darme la vuelta cuanto antes. ¿Cómo? Efectivamente, Don Braulio tuvo que meter las manos "ahí" y darme la vuelta... Eso tiene que doler. Yo, que estaba bastante cómodo en mi anterior posición, me indigné y me volví a poner de culo de inmediato, con lo que el médico tuvo que proceder a repetir la misma acción. ¿Qué hice yo? ¡Por supuesto! Darme la vuelta de nuevo, mostrando mis pies y mi culo al mundo.
Ante esta disyuntiva, viendo que yo "quería" nacer así, llevaron a mi madre a hacerle una radiografía para comprobar si podía nacer de parto natural o había que hacer cesárea. Felizmente, comprobaron que no hacía falta cesárea, pero se llevaron una gran sorpresa al comprobar un pequeño detalle: ¡una de mis diminutas piernas ya estaba asomando entre las piernas de mi madre! Ya no había vuelta atrás, y para colmo, mi madre tuvo que ir andando por el pasillo del hospital desde la sala de radiografías hasta la sala de parto, con mi pierna colgando a modo de choricillo ibérico, ya que no había camillas para llevarla. ¡De locos!
Se armó un gran revuelo en la sala, según me cuenta mi madre allí no cabía más gente para asisitir a ese extraño parto. Yo, ajeno a todo, y no suficientemente contento de dar tanto "por culo" (nunca mejor dicho), decidí introducirme de lleno en el maravilloso mundo del contorsionismo, y en vez de sacar la otra pierna, saqué mi bello trasero. Después, la otra pierna, y finalmente, el resto del cuerpo, sin problemas con el cordón umbilical, por suerte. Pero aquí no acabó todo. Tras el parto, la placenta se quedó dentro del cuerpo de mi madre, con el riesgo que eso conlleva para su salud, y la pasaron bastante canutas para sacarla...
Aún quedaba lo mejor: el bebé, es decir, yo. Está claro que un parto de estas caracterísiticas no es nada normal, y en un cuerpo tan pequeño acaba pasando factura. Se dice y se comenta que ese atrevido bebé trajo alguna que otra sorpresita. Para empezar, por el hecho de nacer "de pie", mi nariz se quedó hacia arriba, como la de los cerdos, pero esto se me pasó al cabo de unos meses. Además, la columna vertebral se me quedó algo torcida, la cadera desequilibrada y los pies se quedaron hacia adentro, mirándose, gracias a mi fantástica muestra de flexibilidad. Para paliar esto, mi madre dice que estuvo meses haciéndome gimnasia correctiva. Por último, aunque no tenga nada que ver con el parto, nací con cresta, es decir, solo me había crecido pelo en la parte superior de la cabeza, lo que quizás explique la cantidad de absurdeces que me he ido haciendo en la cabellera a lo largo de mi vida. ¡Un bebé punki!
Para ir concluyendo, quiero señalar que no todo fueron malas noticias ese día. No sé si será verdad, pero se dice que la gente que nace de pie, como yo, tiene mucha suerte. En mi caso, parece que a mis padres les tocaron 3.000 pesetas en una rifa de los míticos supermercados Simago, y en el curso de mi madre me nombraron "Cursillista de Honor", aunque nunca fui reconocido con ningún diploma. Quizás hoy me serviría para las oposiciones...
Ya termino. Quiero dedicarle esta entrada a mi madre, que lo tuvo que pasar bastante mal ese día y que, como me dijo ella misma, "en los cumpleaños, más que a los niños se debería felicitar a las madres, porque no veas por las que tenemos que pasar, y vosotros ni os acordáis..." ¡Felicidades mamá!
Felicidades a los dos! (será que soy un privilegiado...pero esta historia ya me la sabía! GRacias por compartirla conmigo!)
ResponderEliminarJeje, seguramente eres un privilegiado!! Igual que yo!!
EliminarQué buena historia crack, y qué bien escrita. Eres un fenómeno!!
ResponderEliminarMuchas gracias!! Me alegra mucho cuando mis historietas son bien acogidas... un abrazo, mentor!!
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