viernes, 30 de septiembre de 2011

Un poco de música...

  

Pensando en lo importante que es la música para mi, anoche decidí crear una nueva sección en mi blog, a la que he llamado "Recomendación musical".
Aquí, os pondré enlaces a canciones que me gustan por lo que me transmiten, y habrá para todos los gustos y de todo un poco.
Como hice con las frases del día, también he creado una página en la que iré agregando las canciones que haya puesto, y por supuesto, aceptaré sugerencias y comentarios de todo tipo.
Ahí está la primera, con el gran Diego El Cigala. Espero que lo disfrutéis.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Recorriendo la Puna V: tranquilidad y vuelta a casa.

Y aquí termina mi historia de la Puna, con el relato del lunes y martes, ya hace más de una semana... ¡cómo pasa el tiempo!
Vista de El Peñón desde nuestro alojamiento
Dejamos la historia en el pequeño kilombo del domingo. Bien. El lunes nos levantamos muy temprano, tipo 5:30 de la mañana, porque teníamos que despedir a los italianos y echar una mano, y así fue. Nadie se acordaba del problema de iluminación y todos se fueron con una gran sonrisa, y no es para menos después de haber vivido una experiencia así de impresionante. Solo hubo una sorpresa final, ya que el "capo" del grupo, el más personaje de todos, había perdido su pasaporte, y después de casi media hora buscándolo no lo encontró, así que decidió que probablemente estaba en algún lugar de su maleta. ¡Perfecto señor!
A partir de ahí llegó el momento de arreglar problemas, para lo que teníamos que ir al único teléfono de todo el pueblo. Tras una larga espera para contactar con las altas escalas, todo fue más fácil de lo que esperábamos, ya que una antigua empleada, muy capaz por lo visto, tomaría el puesto, y el gran Jorge parece que arregló el problema del generador eléctrico.
Una rica pata de llama y un anormal
El problema es que, entre unas cosas y otras, nos habían dado más de las dos del mediodía, y teniendo en cuenta que el viaje hasta Salta se hace entre once y doce horas, era un poco precipitado volverse, por lo que decidimos quedarnos una noche más y salir el martes.
Así que el resto del día lo dedicamos a tareas varias. Primero, fuimos a comprar una pata de llama para hacer unas milanesas para los clientes que llegaban ese día. Después, con Jorge, estuvimos trasvasando combustible de un bidón a otro y al generador, y posteriormente, con Mer, fuimos a ver al director del colegio, que parece que ya había vuelto del fin de semana, que estaba en un curso o algo así.
Ahí estuvimos hablando con él del tema del proyecto de la biblioteca y de mi posible ayuda en otro ámbitos, y se mostró encantado y con ganas de colaborar. Quedamos en seguir en contacto e ir concretando más las cosas. Perfecto.
Lamentable "basurero" en pleno corazón de la Puna
Cuando estaba empezando a atardecer, me fui con Jorge a tirar la basura, y esto merece un párrafo aparte. Parece ser que, en este pueblo y en otros de la Puna, no tienen ningún sistema de tratamiento o reciclado de basuras, y lo que hacen es llevarla a una especie de agujero en medio de la nada, y ahí tiran todo (orgánica, plásticos, vidrio, papel, metal, etc) y lo queman. Me chocó muchísimo al decirlo, pero mucho más cuando vi esa aberración a la Pachamama, que es la Madre Naturaleza aquí. Juzguen ustedes mismos.
De ahí al resto del día no hicimos mucho más, salvo recibir a los nuevos huéspedes, y cenar milanesa de llama. Nos esperaba un largo viaje...
Majestuosa vicuña despidiéndonos
Y así fue, un largo y bonito viaje. Nos levantamos sin prisa, a las diez, y cargamos la camioneta con unas cuantas cosas que nos teníamos que llevar de vuelta. Nos despedimos de la entrañable gente del la hostería y el pueblo, y empezamos a devorar kilómetros con Salta en el horizonte.
En el primer tramo pude disfrutar y admirar paisajes que no pude ver a la ida, ya que en ese momento era de noche. Como si nos estuvieran despidiendo, pudimos contemplar decenas de vicuñas muy cercanas a la ruta, que nos miraban con curiosidad y aparentemente sin temor.
Cardón en la pre-puna
Salimos de la Puna y volvimos a atravesar los mismos paisajes de la ida, en los que se mezclaban rojizas quebradas con extensos valles salpicados de cardones, esos típicos cactus enormes que yo solo había visto en los documentales. Paramos a comer en Hualfín unas empanadas con extra de comino, y seguimos el trayecto casi sin parar hasta Cafayate, donde nos compramos un rico queso al atardecer.
Para cuando atravesamos la majestuosa Quebrada de las Conchas ya era de noche, y acabamos llegando a Salta la linda pasadas las diez de la noche, con mucho cansancio en el cuerpo, pero con la sonrisa de haber disfrutado de una estancia excepcional. Espero poder volver algún día...

lunes, 26 de septiembre de 2011

Recorriendo la Puna IV: Antofagasta, Calalaste, salar de Antofalla, Ojos del Campo , Quebrada del Diablo y... ¡kilombo!

Después de un merecido descanso este fin de semana, prosigo con mi relato.
En este caso estamos en el domingo. Ese día era la segunda excursión con el grupo este de italianos personajes, y una vez más teníamos a los mismos guías en la misma formación. El plan era una gran vuelta en círculo, con varias paradas, pero había que volver pronto porque al día siguiente se tenían que ir a eso de las seis de la mañana, así que no se podía especular demasiado con el tiempo...
Comenzamos temprano, saliendo a las ocho, y fuimos rumbo al noroeste dirección Antofagasta de la Sierra, un pueblito algo más grande que El Peñón donde cargaríamos combustible y los italianos llamarían por teléfono, que parece que tenían una gran necesidad de comunicarse con el mundo exterior. Por el camino, paramos en una zona volcánica desde donde se vislumbraban unos ocho volcanes "pequeñitos", y un poco más adelante, en un bonita laguna, ya cerca de Antofagasta.
Rebaño de llamas en Antofagasta de la Sierra
Al llegar, nos recibió un numeroso grupo de llamas domesticadas que cortaban la carretera, y los italianos directamente se inmolaron: se bajaron de las camionetas y empezaron a perseguirlas haciendo fotos, ante la cara de asombro del pastor que las guiaba. Una vez en el pueblo hicimos todas las "diligencias" y seguimos el camino rumbo al pueblo y el salar de Antofalla.
Durante este tramo, fuimos subiendo a la vera de un riachuelo semicongelado y poblado por decenas de llamas en libertad, bebiendo agua fresquita y comiendo pasto verde. Los italianos, hiperexcitados y alterados, se bajaban una y otra vez para hacer fotos, y ya íbamos con algo de retraso. Coronamos a más de 4.500 metros el paso de Calalaste, dicho sea de paso, el lugar más alto en el que jamás he estado, y de ahí empezamos a bajar. Otro día hablaré de las sensaciones a esas altitudes...
Salar de Antofalla
Así que seguimos bajando por un paisaje volcánico y desértico, y de pronto, al coronar una loma, se abrió ante nosotros un lugar extraordinario: el salar de Antofalla. Delante de mis ojos, justo debajo, el salar más largo del mundo, de 163 km de longitud, que se perdía de mi vista tanto a la izquierda como la derecha. Al otro lado, una cadena montañosa altísima, de más de 6.000 metros de altitud, y a sus pies, la diminuta aldea de Antofalla, como un pequeño oasis. Miles de fotos, y p'abajo.
Atravesamos el salar, y llegamos a Antofalla para comer un picnic a base de unas ricas tartas de verdura y otras de jamón y queso. Charlamos un rato con los pueblerinos y nos fuimos, ahora por el borde del salar, comenzando la vuelta a casa por otro camino. A mitad de camino, nos adentramos un poco en el salar para conocer "los Ojos del Campo", que no había entendido lo que era. Al llegar, encontré varias lagunas pequeñas de diferentes colores, unas al lado de las otras: negras, azules, verdes, naranjas... Parece ser que antiguamente eran géiseres, y ahora ya no estaban en actividad, quedándose con estos colores a causa de los minerales que las forman. Espectacular.
Ojos del Campo, con lagunas negras y naranjas
Como se nos estaba haciendo bastante tarde y los italianos tenían que dormir, seguimos el trayecto, volvimos a atravesar el salar de vuelta, e hicimos el retorno a El Peñón por la impresionante Quebrada del Diablo, por su impactante color rojizo. Otra maravilla. También conviene señalar un cono por el que pasamos que era prácticamente perfecto, el cual fue otra parada obligada pese a la prisa que traíamos.
Cono sin nombre conocido
Al final, pusimos pie en la hostería después de las siete de la tarde, con el consiguiente enfado de los turistas. Pero los problemas no habían hecho más que empezar, ya que al entrar nos encontramos con que el "responsable" de la hostería (cuyo jefe máximo es el mismo que en mi fundación), estaba en un evidente estado de embriaguez (y eso que no va a mi curso de coctelería) y decía que quería dimitir de su puesto. Así que el pastelazo era enorme porque había que hacerle entrar en razón, o directamente buscar un sustituto. Además, en un momento dado, el generador de electricidad de la hostería se apagó, y no sabíamos arreglarlo, así que estábamos en oscuridad total. Finalmente, aún no sabemos cómo, entre todos conseguimos esconder y arreglar la situación, aunque parecía que el lunes no podríamos volver a Salta porque tendríamos que hacer algunas gestiones al respecto. Y vaya si hicimos gestiones...

viernes, 23 de septiembre de 2011

Recorriendo la Puna III: Campo de piedra pómez y volcán Carachipampa.

Sábado. Primer día completo con este grupito de italianos de todas las edades y cada cual más personaje que el anterior. El itinerario del día comprendía el campo de piedra pómez, formado hace miles de años parece ser que por la erupción del volcán Blanco, y el volcán Carachipampa, del que, por cierto, me encanta el nombre.
Roca con la imagen de la Virgen, ¿la veis? Yo no...
Bien temprano en la mañana llegaron los guías que llevarían las cuatro camionetas: Pichu, Sergio alias "Chompilas", Eduardo e Hilario. Ese día, Jorge descansaba. Nos pusimos en marcha con Chompilas a la cabeza, y la primera parada fue para una panorámica de la zona y para ver una imagen-silueta en una roca, que supuestamente, según los de la zona, es de la Virgen. Yo, personalmente, y como el resto del grupo, solo vi algo parecido a un cocodrilo, y aún sigo mirando las fotos y no la veo por ningún lado. De hecho, algún que otro guía nos decía que nunca lo han visto, pero se lo dicen a los turistas igualmente.
Campo de piedra pómez
Seguimos descendiendo un poco en altitud y nos fuimos adentrando en una especie de paisaje lunar. Todo desierto, con el Carachipampa a la derecha, y el campo de piedra pómez al fondo. Hacia este último nos dirigimos, y casi sin darnos cuenta, estábamos ante un lugar maravilloso y único en el mundo, el cual, si no recuerdo mal, mide más de 70 km de largo. Por algunas partes estaba recubierto de ceniza volcánica, pero miraras a donde miraras, todo era belleza natural. Me encantó este lugar.
Allí hicimos un mini-trekking de una hora y media, más o menos, y tras esto llegó la merecida hora del almuerzo con un bocadillito y unas ricas empanadas, que teóricamente eran para los italianos, pero como sobraron algunas, ahí estaba yo rapiñando como hiena hambrienta en temporada de sequía.
Volcán Carachipampa con la pequeña laguna azul
Pusimos rumbo al volcán Carachipampa, al cual rodeamos completamente haciendo varias paradas. En una de estas, nos detuvimos ante otro refugio en medio de la nada, este mejor conservado, y que servía a los pastores de llamas de la zona. Impresionante el lugar.
Seguimos rodeándolo y fuimos llegando poco a poco a una pequeña laguna azul, y a su lado, una enorme laguna de un color totalmente rojo, que estaba pegada al mismo volcán y en la que pudimos ver varias decenas de flamencos rosados, pero que huyeron al ver a tanto italiano invasor y destructor de su hábitat. El lugar era verdaderamente espectacular, una maravilla y me atrevería a decir que el sitio que más me gustó. Lo que no me gustó tanto fue la actitud hostil de los italianos y el pasotismo de los guías, pero bueno, qué se le va a hacer...
Laguna roja de Carachipampa
Y nada más, tras esto, volvimos hacia El Peñón, e intenté hablar con el delegado provincial en el pueblo por el tema de la biblioteca, pero no hubo suerte. Cenamos unas ricas pastas, duchita de agua caliente y a dormir, que el día siguiente se presentaba bastante movidito (aunque no tanto como luego lo sería).

Recorriendo la Puna II: Laguna Grande.

El viernes nos levantamos temprano, ya que era el único día que íbamos a disponer de la camioneta con exclusividad para nuestras "tareas", por lo que aprovechamos para conocer la Laguna Grande para "mi" proyecto. Los días siguientes estaría un grupo de italianos que necesitarían la camioneta, así que no había tiempo que perder.
Paisaje de la Puna
Nada más abrir los ojos, me sorprendió el frío que hacía, pero sobre todo la increíble vista que aparecía tras el cristal de mi ventana. Es algo indescriptible, pero voy a intentarlo: el pueblo, unas cuantas casitas hechas enteras de adobe, y de fondo, un paisaje inhóspito con poquísima vegetación y montañas por todas partes entrelazadas con un cielo hermosamente azul.
Después de tomar un rápido desayuno, nos fuimos rumbo a Laguna Grande, a unos 60 km, todo por una huella que en algunos lugares estaba bastante mal marcada. Fuimos atravesando diversos paisajes, unos rocosos, otros con algunos arbustos, pequeñas vegas, y en alguno de esos momentos apareció un refugio. Un refugio pegado a una montaña, hecho entero de piedras en el que se suelen proteger los pastores que van hacia la laguna. Increíble, una vez más.
Vicuñas en la Puna catamarqueña
Un poco más adelante, casi imperceptibles por su perfecto camuflaje, visualizamos vicuñas. Ahí ya casi no era persona. Alucinaba con la elegancia y aparente fragilidad de este animal que me ha enamorado. En todo el camino vimos decenas de ellas, siempre huidizas a la presencia humana.
Y poco después, en medio de ninguna parte, ahora sí, apareció la Laguna Grande. Un precioso lugar a unos 4.000 metros de altitud poblado por unos 500 flamencos rosados que se han adelantado bastante a las fechas habituales, que pudimos contemplar y analizar durante un par de horas. Allí estuvimos viéndolos y debatiendo qué hacer para proteger este lugar, ya que, por ejemplo, el camino pasa a escasos metros de donde estos anidan, lo que provoca que se espanten y no vuelvan más. Con el estómago lleno tran un rico bocadillo, pudimos pensar con más claridad, aunque yo seguía flipando con las vistas desde allí arriba.
Flamencos rosados en Laguna Grande
Tras esto, volvimos hacia El Peñón charlando de varios temas, con más vicuñas que nos huían y alguna que otra perdiz andina que habría estado muy rica con arroz, como bien rezó el gran Jorge.
Llegamos al pueblo bien entrada la tarde, tras más de dos horas de vuelta (casi como la ida), y nos dirigimos a la escuela para hablar con los profesores sobre el tema de la biblioteca de adobe, segundo proyecto de la fundación. Todo bien, teniendo en cuenta que nos recibió el único profesor que había para 93 alumnos. Sobran las palabras.
Y de ahí a la noche, poco más, llegó el grupo de catorce italianos, nos presentamos, quedamos para salir con ellos al día siguiente en cuatro camionetas, y cenamos un estofado con carne de llama, muy rica por cierto. Tuvimos que mudarnos a una casita de adobe de una de las cocineras, ya que el grupo llenaba las ocho habitaciones de la hostería. Y me fui a dormir con un frío descomunal...

jueves, 22 de septiembre de 2011

Recorriendo la Puna I: la ida.

¡¡Hola amiguitos!!
¿Cómo va todo por vuestros lares? Yo por aquí muy bien, recién llegado de la Puna catamarqueña con miles de historias que contar. Así que he decidido hacerlo poco a poco, o intentarlo, día a día de los seis que estuve allí (uno más de lo previsto, pero todo a su tiempo).
Bien, todo comenzó el jueves pasado, cuando salimos bien temprano desde Salta con la camioneta cargada hasta las trancas, todo para llevarlo a El Peñón. El grupo lo formábamos el gran Jorge, chófer-guía, Mer y yo, y ante nosotros teníamos casi todo el día de viaje. Mi objetivo era conocer la zona donde trabaja esta Fundación Puna y empezar a ver cómo enfocar los proyectos de la biblioteca de adobe en el pueblito de El Peñón y la protección de la Laguna Grande, hogar durante el verano de más de 18.000 flamencos rosados (de las aves, no de los que bailan por Jerez - chiste malo).
La odisea empezó rumbo al sur, ya que no hay carreteras directas hasta allí, y hay que pasar por Cafayate hasta llegar a Hualfín, bastante más al sur de El Peñón. Después hay que coger unos caminos al norte, casi todos sin asfaltar, que de hecho ni vienen en google maps (lo acabo de mirar). En total, la vuelta es de casi 600 km.
Pues bien, del principio del camino no os puedo contar gran cosa porque me dormí casi ipso facto. Lo sé, soy lo peor, porque cuando me despertaron me dijeron "Acabamos de entrar en la Quebrada de las Conchas". El sitio, un abrupto cañón, una maravilla, yo estaba alucinando y haciendo fotos como si fuera japonés (y así seguí los seis días). Paramos unas cuantas veces a hacernos más fotos, y poco después llegamos a Cafayate, un bonito pueblo al final de la quebrada donde nos comimos una ricas empanadas. Después, cambió el paisaje al adentrarnos en los Valles Calchaquíes, un lugar bastante más amplio, y seguimos por la mítica ruta 40, que es la que atraviesa Argentina de norte a sur durante más de 5.000 km.
Continuamos hacia el sur, y el paisaje seguía cambiando, ahora una especie de pampa muy extensa, con altas montañas a los lados, hasta llegar al pueblito de Hualfín, ya en el último tramo por caminos de tierra. Allí compramos algunas cosas que nos faltaban, y pusimos rumbo al noroeste, subiendo poco a poco en altitud. Tuvimos que hacer otra parada técnica, esta para cargar unos 200 litros de combustible, muy necesarios para la vida en El Peñón, y de ahí ya casi no nos detuvimos porque estaba empezando a caer la noche. Atravesamos varios arroyos y pueblos con contadas casas, y ya en plena oscuridad pasamos un puerto de montaña a más de 4.000 metros de altitud. En un momento dado, ya casi en la Puna, Jorge paró la camioneta y estábamos ante una especie de altar-santuario al lado de la ruta, y justo detrás, una enorme duna de arena finísima donde me revolqué cual croqueta casera.
De ahí al final, como digo, oscuridad total, millones de estrellas, y llegada a un pueblito llamado El Peñón, en plena Puna catamarqueña, a unos 3.400 metros de altitud, donde nos comimos unas ricas pizzas en la hostería que nos alojó esa primera noche
Lo que no podía imaginarme era lo que me esperaba a la mañana siguiente, ya con luz para poder contemplarlo todo...

jueves, 15 de septiembre de 2011

¿Curso de coctelería...? Sí, bueno, ¿no?

Después de salir de mi primera clase de este curso, tengo justificadas dudas sobre si el título de este curso es correcto o no. Creo que sería mejor llamarlo, por ejemplo, "Curso de Alcoholismo Barato", ¿qué os parece?
Mejor, para que entendáis mi propuesta de cambio de nombre, os pongo rápidamente en situación.
Resulta que llego allí poco antes del las tres de la tarde y parecía que habían hecho un casting de frikis y personajes de Salta (seguramente los demás han pensado lo mismo de mi: "¿qué hace aquí un gallego?"). Aparece el profesor, nos saluda y pregunta por qué queremos hacer el curso, y empieza con un rollo teórico acerca de los tragos, cócteles, boliches y demás. En un momento dado nos dice que lo principal es "conocer a qué saben las bebidas", y acto seguido saca un milllón de tipos de alcohol diferentes, y nos dice que probemos "lo que no conozcamos, nos llame la atención, o simplemente nos apetezca". Ante tal proposición, os podéis imaginar la reacción de tanto becerro junto, casi todo hombres, se me olvidó decir. Al principio la gente mostró cierta timidez, pero una vez abierta la veda, todos empezamos a "probar". Yo, personalmente, "solo" me tomé cuatro chupitos, y digo "solo" porque fue poco en comparación con lo que se pimplaron los demás. Mis elecciones fueron: triple sec curaçao, cachaça, blue curaçao y licor de banana.
Después, el profesor nos paró los pies y siguió hablando de los cócteles con vodka, donde hicimos el sex on the beach (muy rico, por cierto) y la caipiroska, que también tuvimos que probar: otros dos tragos por cabeza.
Total, que salí del curso a las cinco con los cachetes sospechosamente colorados y con mucho aprendizaje adquirido. Y así parece que será todos los miércoles...

Para colmo, dentro de unas horas parto rumbo a la Puna... Copiando a mi tocayo Andrés Montes, que en paz descanse, solo se me ocurre decir: porque la vida puede ser maravillosa...

lunes, 12 de septiembre de 2011

Salta (sin parar)

¡Hola hola!
Aquí vuelvo con novedades, que no encuentro un momento para escribir y poder extenderme como es debido... Como dije en la anterior entrada, ya estoy instalado en Salta, preciosa ciudad, y después de unos primeros días de incertidumbre en cuanto a mi futuro (con las consecuentes rallaeras mentales), parece que van surgiendo nuevas e interesantes posibilidades y ocupaciones.
Para empezar, ya he empezado a trabajar en la Fundación Puna, que como os dije a algunos, es una fundación que tiene como objetivo ayudar a los habitantes de la Puna argentina, una de las zonas más inhóspitas del planeta. Básicamente me han dado total libertad y responsabilidad para desarrolar un par de proyectos que tenían entre manos (aunque me dejan hacer otras cosas, si quiero), y por el momento estoy con papeleos varios para reflotar todo esto. Seguramente muchos se estarán riendo a pecho partido mientras leen esto ("¿qué hace este personaje trabajando en eso? Si no tiene ni idea"), pero con ilusión y ganas, ¡se consigue todo!
Así que, para conocer el contexto en el que viven estas comunidades, este mismo jueves me voy hacia la Puna a pasar unos días, hasta el lunes, para ver de primera mano lo que pasa por allí, sus necesidades, preocupaciones, etc. Tiene muy buena pinta.
Aparte de esto, y para seguir desarrollando mis destrezas personales, me he apuntado a un fantástico "Curso de Coctelería", de tres meses, por el módico precio de... ¡7,50€! Increíble. Merece la pena aunque seguramente lo tendré que dejar a medias, si se cumplen los plazos establecidos...
Y por lo demás, contaros que estoy muy muy bien en Salta, con una estricta dieta de engorde a base de asados (me comí tres en los cinco primeros días, todo un récord), empanadas, picadas, cervecita y otros manjares del lugar, casi siempre a base de carne. Mención especial merecen los "partidos de los miércoles", en los que nos juntamos un grupito de diez a jugar un partido de fútbol 5 en césped artificial. Lo mejor de todo es que, si les llevas la carne, ellos mismos te preparan el asadito para que esté listo justo para el final del partido. No os podéis imaginar lo que es jugar al fútbol respirando esa humareda que te nubla las ideas y te convierten en un ente arrastrándose por el terreno de juego y babeando como el perro de Paulov. Impresionante.Como dato, os digo que tengo unos pantaloncitos vaqueros que hace un mes se me caían, y ahora son capaces de desafiar las leyes de la gravedad: no suben, no bajan, no se inmutan. Y este miércoles, otro partido...
Bueno gente, aquí concluyo mi capítulo de hoy, esperando haber saciado vuestra sed de información. ¡Ahora os toca a vosotros! Besos familia.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Argentina... ya es una realidad

Queridos y añorados amigos,
Disculpad mi "desaparición" del blog, pero es que hasta ahora mismo me ha sido prácticamente imposible conectarme más de diez minutos seguidos, os debo muchas líneas...
Una vez dicho esto, me dirijo a todos para comunicaros que ¡ya estoy en Argentina! Bueno, en Argentina llevo desde el sábado 27 de agosto, y ahora estoy en Salta desde el viernes pasado, más concretamente...
Vayamos por partes. La primera gran parte de mi "gira" la realicé con un éxito rotundo: las siete horas del viaje en bus a Madrid perfecto, durmiendo como un bebé, el avión a Roma bien, rápido (aunque con algo de retraso), y el avión de más de trece horas a Buenos Aires se me hizo sorprendentemente corto, ya que tenía películas a cascoporro, comida, y me pasé unas ocho horas durmiendo... ¡y todo esto sin drogas!
Y llegué a Buenos Aires... y allí me estaban esperando los magníficos Mili, Tere y Marco para rescatarme y llevarme casi directamente "de excursión", como ha sido prácticamente la tónica general durante mi estancia allí. De esta manera, entre el sábado y el jueves que he estado en la ciudad porteña, me ha dado tiempo a conocer el barrio de la Boca, el barrio y cementerio de Recoleta, Palermo y sus parques, Belgrano (mi hogar), el Microcentro con su preciosa plaza de mayo y demás, Puerto Madero y sus edificios modernos (por cierto, gran siesta que nos echamos ahí), San Telmo (no es como el de Jerez...) con la casa de Mafalda, el zoológico, el famoso obelisco, Retiro, etc. (seguro que se me olvida algo), y aparte, el Tigre y San Isidro, cerca de la ciudad.
Pero no solo he hecho turismo, señoras y señores, ¡no! La gastronomía es una parte fundamental, y también ha caído alguna que otra "picadita" (tabla de embutidos y quesos con pan riquísimo), empanadas caseras y canastitas, milanesas, cerveza fría (más de una y más de dos), Fernet con cola, y por supuesto, un "asadito" que sería preambulo de los que me he comido en Salta, con todo tipo de carnes de todas las partes de la vaca, incluidos chinchulines (intestino delgado) y mollejas.
Y bueno, resumiendo, en general muchos y muy buenos momentos, charlas y paseos, casi siempre acompañado por esta gente maravillosa, generosa y sana, que esta familia "bonaerense".
Desde aquí, aunque seguramente no lo lean, mil gracias por todo. ¡Hasta pronto!