Y aquí termina mi historia de la Puna, con el relato del lunes y martes, ya hace más de una semana... ¡cómo pasa el tiempo!
|
Vista de El Peñón desde nuestro alojamiento |
Dejamos la historia en el pequeño kilombo del domingo. Bien. El lunes nos levantamos muy temprano, tipo 5:30 de la mañana, porque teníamos que despedir a los italianos y echar una mano, y así fue. Nadie se acordaba del problema de iluminación y todos se fueron con una gran sonrisa, y no es para menos después de haber vivido una experiencia así de impresionante. Solo hubo una sorpresa final, ya que el "capo" del grupo, el más personaje de todos, había perdido su pasaporte, y después de casi media hora buscándolo no lo encontró, así que decidió que probablemente estaba en algún lugar de su maleta. ¡Perfecto señor!
A partir de ahí llegó el momento de arreglar problemas, para lo que teníamos que ir al único teléfono de todo el pueblo. Tras una larga espera para contactar con las altas escalas, todo fue más fácil de lo que esperábamos, ya que una antigua empleada, muy capaz por lo visto, tomaría el puesto, y el gran Jorge parece que arregló el problema del generador eléctrico.
|
Una rica pata de llama y un anormal |
El problema es que, entre unas cosas y otras, nos habían dado más de las dos del mediodía, y teniendo en cuenta que el viaje hasta Salta se hace entre once y doce horas, era un poco precipitado volverse, por lo que decidimos quedarnos una noche más y salir el martes.
Así que el resto del día lo dedicamos a tareas varias. Primero, fuimos a comprar una pata de llama para hacer unas milanesas para los clientes que llegaban ese día. Después, con Jorge, estuvimos trasvasando combustible de un bidón a otro y al generador, y posteriormente, con Mer, fuimos a ver al director del colegio, que parece que ya había vuelto del fin de semana, que estaba en un curso o algo así.
Ahí estuvimos hablando con él del tema del proyecto de la biblioteca y de mi posible ayuda en otro ámbitos, y se mostró encantado y con ganas de colaborar. Quedamos en seguir en contacto e ir concretando más las cosas. Perfecto.
|
Lamentable "basurero" en pleno corazón de la Puna |
Cuando estaba empezando a atardecer, me fui con Jorge a tirar la basura, y esto merece un párrafo aparte. Parece ser que, en este pueblo y en otros de la Puna, no tienen ningún sistema de tratamiento o reciclado de basuras, y lo que hacen es llevarla a una especie de agujero en medio de la nada, y ahí tiran todo (orgánica, plásticos, vidrio, papel, metal, etc) y lo queman. Me chocó muchísimo al decirlo, pero mucho más cuando vi esa aberración a la Pachamama, que es la Madre Naturaleza aquí. Juzguen ustedes mismos.
De ahí al resto del día no hicimos mucho más, salvo recibir a los nuevos huéspedes, y cenar milanesa de llama. Nos esperaba un largo viaje...
|
Majestuosa vicuña despidiéndonos |
Y así fue, un largo y bonito viaje. Nos levantamos sin prisa, a las diez, y cargamos la camioneta con unas cuantas cosas que nos teníamos que llevar de vuelta. Nos despedimos de la entrañable gente del la hostería y el pueblo, y empezamos a devorar kilómetros con Salta en el horizonte.
En el primer tramo pude disfrutar y admirar paisajes que no pude ver a la ida, ya que en ese momento era de noche. Como si nos estuvieran despidiendo, pudimos contemplar decenas de vicuñas muy cercanas a la ruta, que nos miraban con curiosidad y aparentemente sin temor.
|
Cardón en la pre-puna |
Salimos de la Puna y volvimos a atravesar los mismos paisajes de la ida, en los que se mezclaban rojizas quebradas con extensos valles salpicados de cardones, esos típicos cactus enormes que yo solo había visto en los documentales. Paramos a comer en Hualfín unas empanadas con extra de comino, y seguimos el trayecto casi sin parar hasta Cafayate, donde nos compramos un rico queso al atardecer.
Para cuando atravesamos la majestuosa Quebrada de las Conchas ya era de noche, y acabamos llegando a Salta la linda pasadas las diez de la noche, con mucho cansancio en el cuerpo, pero con la sonrisa de haber disfrutado de una estancia excepcional. Espero poder volver algún día...