viernes, 23 de septiembre de 2011

Recorriendo la Puna II: Laguna Grande.

El viernes nos levantamos temprano, ya que era el único día que íbamos a disponer de la camioneta con exclusividad para nuestras "tareas", por lo que aprovechamos para conocer la Laguna Grande para "mi" proyecto. Los días siguientes estaría un grupo de italianos que necesitarían la camioneta, así que no había tiempo que perder.
Paisaje de la Puna
Nada más abrir los ojos, me sorprendió el frío que hacía, pero sobre todo la increíble vista que aparecía tras el cristal de mi ventana. Es algo indescriptible, pero voy a intentarlo: el pueblo, unas cuantas casitas hechas enteras de adobe, y de fondo, un paisaje inhóspito con poquísima vegetación y montañas por todas partes entrelazadas con un cielo hermosamente azul.
Después de tomar un rápido desayuno, nos fuimos rumbo a Laguna Grande, a unos 60 km, todo por una huella que en algunos lugares estaba bastante mal marcada. Fuimos atravesando diversos paisajes, unos rocosos, otros con algunos arbustos, pequeñas vegas, y en alguno de esos momentos apareció un refugio. Un refugio pegado a una montaña, hecho entero de piedras en el que se suelen proteger los pastores que van hacia la laguna. Increíble, una vez más.
Vicuñas en la Puna catamarqueña
Un poco más adelante, casi imperceptibles por su perfecto camuflaje, visualizamos vicuñas. Ahí ya casi no era persona. Alucinaba con la elegancia y aparente fragilidad de este animal que me ha enamorado. En todo el camino vimos decenas de ellas, siempre huidizas a la presencia humana.
Y poco después, en medio de ninguna parte, ahora sí, apareció la Laguna Grande. Un precioso lugar a unos 4.000 metros de altitud poblado por unos 500 flamencos rosados que se han adelantado bastante a las fechas habituales, que pudimos contemplar y analizar durante un par de horas. Allí estuvimos viéndolos y debatiendo qué hacer para proteger este lugar, ya que, por ejemplo, el camino pasa a escasos metros de donde estos anidan, lo que provoca que se espanten y no vuelvan más. Con el estómago lleno tran un rico bocadillo, pudimos pensar con más claridad, aunque yo seguía flipando con las vistas desde allí arriba.
Flamencos rosados en Laguna Grande
Tras esto, volvimos hacia El Peñón charlando de varios temas, con más vicuñas que nos huían y alguna que otra perdiz andina que habría estado muy rica con arroz, como bien rezó el gran Jorge.
Llegamos al pueblo bien entrada la tarde, tras más de dos horas de vuelta (casi como la ida), y nos dirigimos a la escuela para hablar con los profesores sobre el tema de la biblioteca de adobe, segundo proyecto de la fundación. Todo bien, teniendo en cuenta que nos recibió el único profesor que había para 93 alumnos. Sobran las palabras.
Y de ahí a la noche, poco más, llegó el grupo de catorce italianos, nos presentamos, quedamos para salir con ellos al día siguiente en cuatro camionetas, y cenamos un estofado con carne de llama, muy rica por cierto. Tuvimos que mudarnos a una casita de adobe de una de las cocineras, ya que el grupo llenaba las ocho habitaciones de la hostería. Y me fui a dormir con un frío descomunal...

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