Creo que es bastante merecido dedicarle una entrada a esta impresionante ciudad donde pasé cuatro maravillosos años de mi vida en una de las etapas más bonitas: la universitaria.
En su moderna facultad, ahora un poco venida a menos, aprendí muchas cosas, unas más útiles que otras, pero más de las que soy consciente. Gracias a ella, pude disfrutar de muchas de las mejores experiencias de mi vida, además de haber tenido la inmensa suerte de pasar momentos inolvidables rodeado de grandes amigos que lo siguen siendo, y que estoy seguro que así será por mucho tiempo.
Tardes y más tardes improductivas en los distintos "pisos del amor" con sus problemas de limpieza, horas y horas de prácticas físicas infinitas, concurridas fiestas universitarias, la Madrila, trabajos infumables, "jarras" en Colón o el argentino, asignaturas aprobadas de las formas más rocambolescas, el Womad, la Feria y el recinto hípico, el Extremúsika, visitas de viejos amigos, fútbol en Valdesalor, excursiones y juegos de todo tipo, los productos del Eroski, las noches de estudio... Y mil detalles más.
Hace apenas un par de meses que volví a Cáceres, y me lo encontré como se ve en las fotos: vacío. Ya no es lo mismo que era, ni yo no soy el mismo que era, pero aún así seguiré encantado de volver a reencontrarme con él. A esta ciudad, a su gente y a lo que representan. Muchas gracias. Hasta pronto.
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