En las casi tres semanas que llevo en Burundi, hay una cosa que me llama
muchísimo la atención y que creo conveniente compartir con vosotros: los
juguetes.
Aquí,
como os podéis imaginar, no existen las tiendas de juguetes como las conocemos
en Europa. ¿Eso quiere decir que los niños no juegan? Evidentemente, no; claro
que juegan, mucho más que nuestros sedentarios niños. Y además de jugar,
trabajan unas destrezas que nuestras nuevas generaciones están perdiendo cada
vez más: la imaginación y las manualidades.
Es
alucinante cómo son capaces de fabricarse sus propios juguetes sin tener
prácticamente medios ni materiales para hacerlo, y cómo los disfrutan
doblemente. En el “primer mundo” deberíamos aprender mucho de esto, con
nuestros niños cada vez con más problemas de salud por el sedentarismo, y con
serias dificultades de socialización por culpa de la televisión, internet, los
videojuegos y todas estas cosas que les anestesian el cerebro.
En fin,
no quiero que esta entrada suene a negativa, al contrario, así que aquí os dejo
cuatro ejemplos de algunos de sus juguetes artesanales:
Este pequeño cochecito artesanal lo encontramos en Giriteka, un centro de acogida para niños de la calle del que ya hablaré un día. El juguete en cuestión estaba hecho con una lata de conserva, alambres, tapones de refresco a modo de ruedas y una cuerda para tirar de él. Grandioso.
Este pequeño cochecito artesanal lo encontramos en Giriteka, un centro de acogida para niños de la calle del que ya hablaré un día. El juguete en cuestión estaba hecho con una lata de conserva, alambres, tapones de refresco a modo de ruedas y una cuerda para tirar de él. Grandioso.
Este es
uno de los más típicos. Solo necesitan la “llanta” o la cubierta de una rueda
de bicicleta y un palo, y con eso hacen carreras entre ellos condiciéndola sin
que se caiga. Diversión asegurada durante horas.
Otro
clásico. Como aquí no hay balones de fútbol, se los fabrican ellos mismos con
muchas bolsas de plástico atadas. Un día estuvimos con estos niños haciendo “pataditas” (dando toques sin
que caiga al suelo), y no hace falta que diga la técnica que tienen. Verdaderos
malabaristas del balón.
Aquí ya
va subiendo el nivel. Les presento una bicicleta construida enteramente en
madera, con su manillar para girar y todo. Creedme que funciona, se tiraban
cuesta abajo con la ayuda de sus amigos, y luego lo compartían. Todos jugaban
con ella.
Esto,
más que un juguete, es una maravilla de la ingeniería moderna. Lo que veis aquí
es una especie de “coche teledirigido”, hecho con alambres y con unas ruedas de
algo parecido al caucho. Tiene un volante para girar sin agacharse, una especie
de asiento para poner a algún muñeco “conductor” e incluso algo parecido a un
maletero para transportar cosas. Impresionante. Y todo esto sin la carrera de
Ingeniería hecha.
Es todo
por el momento, aunque no dudo que encontraré más juguetes artesanales
sorprendentes. Espero que os haya gustado el funcionamiento de estos pequeños
cerebros burundeses.