Estudiar en una biblioteca es toda una experiencia. Lo que puede parecer algo normal, una actividad totalmente banal, se puede convertir en todo un cúmulo de sensaciones. Y esto lo digo precisamente porque llevo más de una semana yendo a la maravillosa biblioteca del campus.
He decidido estudiar allí porque, por diversas razones, me concentro más facilmente y aprovecho más el tiempo en ese lugar. En mi casa siempre estará esa tentación de internet, o de irme a la cocina a comer cualquier cosa, o tirarme en el sofá a ver cualquier programa "cultural" de nuestra educativa televisión nacional...
En la bilbioteca esto no existe, bueno, internet sí, por eso no me llevo el portátil. Como decía, esas distracciones no aparecen, pero sí que hay otros fenómenos que pueden llegar a distraernos y que convendría analizar. Es más, el simple hecho de realizar este estudio sociológico, supongo que ya me quita un tiempo:
- El típico "guapito sex symbol", que se dedica a pasearse por la sala charlando con toda mujer que se cruce, y que no tiene ni apuntes.
- La típica chica con tacones que viste como si fuera de discoteca, a la que también le encanta pasearse taconeando como si de bailaora flamenca se tratase, y que irremediablemente te hace levantar la vista de los apuntes (aunque solo sea por el ruido).
- El estudiante clásico, que llega, pone sus apuntes en una mesa al azar y sale a hacer un descanso. Cuando te vas a tu casa cuatro horas después los apuntes siguen exactamente en esa posición, sin que haya noticias de su dueño.
- Las "viejas glorias". Esto es lo que más me gusta, ya que me estoy encontrando con amigos y compañeros del colegio y el instituto que llevaba años sin ver, y que siempre viene bien charlar con ellos y saber de sus rocambolescas vidas.
- El sueño y el hambre. Esto es algo inevitable y que se intenta combatir con pequeños descansos, desayuno casero y frutita-tentempié de media mañana.
- El vecino. Esto sí que es una lotería, porque siempre queda libre algún sitio en el que se puede sentar cualquiera. Nunca había tenido ningún problema, hasta ayer por la tarde cuando se sentó... Mejor se merece un párrafo aparte.
A la vuelta del único descanso que hice ayer por la tarde, me encontré sorprendido con que se había sentado un joven-señor rondando los treinta y tantos que se había sentado entre Abel y yo.
El sujeto en cuestión, que presentaba una prominente calva y un evidente mal olor a "no me he duchado en los últimos tres días pese a que he salido a correr", estaba estudiando algo relacionado con el Derecho. Cuando mis fosas nasales se acostumbraron a tal hedor y pude seguir estudiando, de pronto, con el rabillo del ojo vi como su cuerpo daba un mini-saltito, y acto seguido mi sufrido sentido del olfato recibió un intenso tufillo a chorizo. Efectivamente, este individuo había soltado un silecioso pero potente eructo, seguramente fruto de la digestión del "plato de cuchara" que se habría comido a mediodía, y que evidentemente le había sentado muy bien.
El principal problema es que esto no fue un hecho aislado, ni mucho menos. Este amable señor, amante de la buena comida, repitió hasta en cuatro o cinco ocasiones este mismo proceso, para desgracia de mi maltrecha y dañada nariz.
En fin, para no extenderme más, con estas líneas solo quería compartir la clase de aventuras que pueden llegar a ocurrir en una simple biblioteca, un lugar aparentemente aburrido. Pruébenlo, ya verán como les sucede alguna historia fuera de lo común...
Sevilla, 1 de diciembre, 11.20 de la mañana, y 11 grados en la calle....toy en a biblio de mi escuela..y el de ATRÁS me apesta con su sobaco...
ResponderEliminarCiertamente Andrés, estudiar es una actividad de riesgo...
Coooorrecto!! Por lo que parece, con la crisis ya no hay ni para desodorante...
ResponderEliminarTodos estos tópicos se reproducen a la perfección en la sala de estudio a la que voy con más o menos regularidad en Orihuela desde hace un mes. Aunque no te lo creas, la sala de estudio está a reventar mañana y tarde. Por la mañana de ex-universitarios como tu y como yo que preparan másters, oposiciones, exámenes de idiomas... Y por la tarde, y esto me llamó mucho la atención... la sala se llena de chavales de bachillerato, con su uniforme (o no) colegial. Al principio pensé: ole con los crios de ahora que en lugar de andar teniendo bebés y drogándose en cualquier esquina, vienen a estudiar... Yo a su edad, estaba de bares moneando... Pues no. Estaba equivocada, van a la biblioteca a ligotear y monear exactamente igual que nosotros a su edad por la calle. Pero se engañan bastante bien desde jovencitos. Algún iluminado habrá que estudie.
ResponderEliminarPor otra parte, yo, para traducir, si que necesito el portátil, así que también es curiosa la silenciosa guerra que hay por los 4 enchufes que hay contados...
Me ha gustado mucho la entrada, me he sentido muy identificada.
Un saludo, y ánimo, sé que no es fácil encerrarse en la biblioteca de tu pueblo después de haber estado recorriendo el mundo.
Joder, pues aquí no pasa eso de los adolescentes cachondos y salidos... tendré que estudiar ese fenómeno y analizarlo detenidamente... y eso de los enchufes se me olvidó comentarlo, porque aquí también es una lucha para conseguir uno... de hecho se me está ocurriendo llevarme un "ladrón" o "triple" para hacer amigos!!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario y ánimo!! Que te/nos sea leve!! Un besooo!! =)