Hoy os traigo una bonita historia que viví de primera mano hace ya más de siete meses (parece que fue ayer), y que escribí en mi cuadernito de viaje en alguna de mis idas y venidas a Sevilla, en aquellos tiempos antes de que Wert hiciera de las suyas e impugnara las oposiciones. Aquí os la dejo, tal y como la escribí aquel día de invierno.
Martes 8 de noviembre de 2011. Rosario, provincia de Santa Fe (Argentina). Me encontraba visitando a mi querida Luciana y a su encantadora familia, hasta que tuvimos la genial idea de hacernos una ruta en canoa por el imponente Río Paraná. Para poneros en situación, el Río Paraná, que atraviesa Rosario, es uno de los más grandes de Sudamérica, tanto que parece ser que tiene alrededor de 60 kilómetros... ¡de anchura! De hecho, cuando te das un paseo por Rosario y lo miras, lo que ves a lo lejos en el horizonte no es la otra orilla, sino pequeñas islas que asoman en el medio del río.
Pues bien, ese día Flor, la hermana de Lu, nos propuso salir con la canoa de un amigo para atravesar el Paraná hasta la primera isla, la Isla Verde, la que se ve en el horizonte, para allí poder disfrutar de un agradable picnic. "Un plan maravilloso", pensé, "esto sí es turismo alternativo". Y vaya si lo fue...
El único problema era que la canoa era para dos personas, así que el plan era que Flor y yo la sacaríamos del puerto y remaríamos río arriba para buscar a Lu, que nos estaría buscando en una playita escondida. A partir de ahí nos iríamos turnando para poder disfrutar del paseo por igual. Los problemas siguieron cuando cómo bajaba el río. Lo hacía con una fuerza impresionante, ya que ese día pronosticaban tormenta para la tarde.
Llenos de motivación, sacamos la canoa y nos pusimos a remar río arriba, hasta encontrarnos con la grata sorpresa de ver a Lu encima de un pantalán, con las escaleras que bajaban directamente al río, con el consiguiente peligro de parar allí en medio y ser arrastrados hasta Buenos Aires o más allá. Aún no sé cómo lo hicimos, pero la recogimos, y de ahí comenzamos a atravesar el río, siempre en diagonal y contracorriente para poder llegar a una de las playitas que había en la Isla Verde, a unos cuantos kilómetros.
Al llegar, comimos unos suculentos bocadillos mirando con envidia a varios grupos de jóvenes que preparaban asado, y nos dimos un bañito para relajarnos. La verdad, un pequeño paraíso muy cerca de la gran ciudad.
No sé si fue por la energía de los bocadillos o por qué, pero nos vinimos arriba y decidimos plantearnos un reto: rodear la isla río arriba para seguir atravesando el Paraná y llegar a la siguiente isla, un poco más alejada. Parecía factible, así que nos lanzamos. Ahora Flor descansaba, Lu remaba (poco) y yo también, dirigiendo desde atrás. Comenzamos a intentar remontar el río, pero al ver que no avanzábamos, Flor se cambió por Lu. Aquí mejoró la cosa hasta que llegamos a un lugar fatídico, una especie de punta que creaba una corriente que te arrastraba al medio del río, y de ahí hacia atrás. Hasta tres veces nos pasó esto, hasta que, a la cuarta, lo conseguimos pasar. Mientras, había dado tiempo a que una pareja de metrosexuales hipertrofiados nos adelantaran casi sin aumentar su frecencia cardíaca, aunque lo más grave fue una señora de unos sesenta y tantos años que también nos adelantó como si nada. Muy triste.
Tras esto, seguimos rodeando la isla río arriba hasta llegar con mucho esfuerzo al punto "más alto". Llenos de euforia empezamos a celebrarlo sin darnos cuenta de que la corriente nos arrastraba con demasiada fuerza río abajo. Resultado: acabamos atrapados entre las ramas de un árbol caído que nos frenó, y del que nos costó mucho salir. Incluso una lancha se nos acercó a ver si necesitábamos ayuda con cara de "estos pelotudos no sobreviven hoy...". Tras deshacernos del árbol, nos dejamos llevar hasta la isla esperada, donde reposaban los metrosexuales, la señora, y alguna gente más. Nos comimos una manzana cada uno, y nos dimos un merecido descanso.
Estábamos bastante cansados ya, pero decidimos salir cuanto antes, ya que empezaba a nublarse y el río a revolverse más, y no queríamos que cayera la noche. "Solo" había que remontar el río hasta la punta de la primera isla, y de ahí atravesarlo aprovechando la corriente pero sin dejarnos llevar demasiado, paralelos al puente, para dejar a Lu en el mismo sitio y luego volver al puerto como si nada. Empezamos bien, con Flor y yo remontando, y una vez que comenzamos a atravesarlo, se puso Lu. Como dije, solo había que dejarnos llevar sin pasarnos, pero aún no me explico cómo hacía Lu para, o bien remar contra la corriente, o bien hacer preguntas rocambolescas para no remar, con lo que crecía mi agobio, ya que estábamos en medio del río, con una corriente bestial y sin chalecos salvavidas. Creo que nunca fuimos realmente conscientes del peligro que habría sido volcar...
A todo esto, nos pasaron dos barcos enormes a poca distancia, los cuales hicieron unas olas bastante "divertidas", además de que había un barco de la prefectura (policía marítima), que si nos hubiera visto se nos cae el pelo y el bolsillo. Total, que al final Flor volvió a remar y entre los dos conseguimos dejar a Lu en una playa chunga y volver a puerto. Justo antes, los hipertrofiados hormonados nos volvieron a pasar como si nada, mientras se echaban agua con los remos. Al final, por cierto, casi me desmayo guardando la canoa, y volví a casa con la espalda, hombros y brazos a punto de reventar, y echando espuma por la boca.
Más tarde, efectivamente, cayó un tormentón impresionante, con granizos incluídos, que disfrutamos en casa comiendo pizza y bebiendo cerveza en buena compañía... Chufo y Batata eran, ¿no?
Para concluir con Rosario, también tuve tiempo de dar un bonito y caluroso paseo turísitico (efecto gamba incluído), comer un rico asado en familia y fotografiarme en un stand de Andalucía en una especie de feria de culturas del mundo.
Me quedé con ganas de más, así que tendré que volver. Muchas gracias a todos, en especial a Lu, que aunque te de mucha caña, ya sabes que es desde el cariño... ¡Hasta pronto, Paraná!
Tras esto, seguimos rodeando la isla río arriba hasta llegar con mucho esfuerzo al punto "más alto". Llenos de euforia empezamos a celebrarlo sin darnos cuenta de que la corriente nos arrastraba con demasiada fuerza río abajo. Resultado: acabamos atrapados entre las ramas de un árbol caído que nos frenó, y del que nos costó mucho salir. Incluso una lancha se nos acercó a ver si necesitábamos ayuda con cara de "estos pelotudos no sobreviven hoy...". Tras deshacernos del árbol, nos dejamos llevar hasta la isla esperada, donde reposaban los metrosexuales, la señora, y alguna gente más. Nos comimos una manzana cada uno, y nos dimos un merecido descanso.
Los tres suicidas, en la segunda isla, con la Isla Verde detrás |
Estábamos bastante cansados ya, pero decidimos salir cuanto antes, ya que empezaba a nublarse y el río a revolverse más, y no queríamos que cayera la noche. "Solo" había que remontar el río hasta la punta de la primera isla, y de ahí atravesarlo aprovechando la corriente pero sin dejarnos llevar demasiado, paralelos al puente, para dejar a Lu en el mismo sitio y luego volver al puerto como si nada. Empezamos bien, con Flor y yo remontando, y una vez que comenzamos a atravesarlo, se puso Lu. Como dije, solo había que dejarnos llevar sin pasarnos, pero aún no me explico cómo hacía Lu para, o bien remar contra la corriente, o bien hacer preguntas rocambolescas para no remar, con lo que crecía mi agobio, ya que estábamos en medio del río, con una corriente bestial y sin chalecos salvavidas. Creo que nunca fuimos realmente conscientes del peligro que habría sido volcar...
Estampa en el Paraná |
A todo esto, nos pasaron dos barcos enormes a poca distancia, los cuales hicieron unas olas bastante "divertidas", además de que había un barco de la prefectura (policía marítima), que si nos hubiera visto se nos cae el pelo y el bolsillo. Total, que al final Flor volvió a remar y entre los dos conseguimos dejar a Lu en una playa chunga y volver a puerto. Justo antes, los hipertrofiados hormonados nos volvieron a pasar como si nada, mientras se echaban agua con los remos. Al final, por cierto, casi me desmayo guardando la canoa, y volví a casa con la espalda, hombros y brazos a punto de reventar, y echando espuma por la boca.
Más tarde, efectivamente, cayó un tormentón impresionante, con granizos incluídos, que disfrutamos en casa comiendo pizza y bebiendo cerveza en buena compañía... Chufo y Batata eran, ¿no?
Para concluir con Rosario, también tuve tiempo de dar un bonito y caluroso paseo turísitico (efecto gamba incluído), comer un rico asado en familia y fotografiarme en un stand de Andalucía en una especie de feria de culturas del mundo.
Andalucía te quiere... ¡también en Rosario! |
Me quedé con ganas de más, así que tendré que volver. Muchas gracias a todos, en especial a Lu, que aunque te de mucha caña, ya sabes que es desde el cariño... ¡Hasta pronto, Paraná!
Bonitas caras tras el palizón... ¡Mil gracias por todo! |
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