lunes, 17 de diciembre de 2012

Lago Kivu, Rwanda

Después de mi relato, un tanto trágico, ahora toca algo un poco más relajado. Efectivamente, así fue la segunda parte de mi viaje a Rwanda, en el que pude disfrutar de las maravillas del lago Kivu, al oeste del país y que lo separa de la convulsa República Democrática del Congo.

Dos noches estuve, pero me habría quedado allí dos semanas. El campamento base elegido: la pesquera localidad de Kibuye. Tras buscar un lugar en el que dormir, fuimos a parar a un hostal en lo alto de una colina con unas vistas maravillosas al lago. Increíblemente, era el sitio más barato. Que me lo expliquen...

Vistas desde el hostal Saint Jean

Al día siguiente, nos levantamos de buena mañana con un solo objetivo entre ceja y ceja: la isla de Amahoro. Esta es una diminuta isla en medio del lago a la que puedes ir en taxi-barco por menos de dos euros, y en la que finalmente pasamos todo el día. Nos bañamos, dimos un paseo en el que vimos todo tipo de aves y hasta un mono, nos volvimos a bañar, dimos unas clases de natación, jugamos al volley-playa, me tumbé en una hamaca, nos comimos unos ndagalas ("chanquetitos") ruandeses... Mucho estrés, vaya. Y para rematar el día, cenamos un rico pescado con una cerveza bien fría, que eso no se puede hacer todos los días.

Isla Amahoro

El estrés y yo, en Isla Amahoro

En nuestro último día, tocó paseo de reconocimiento por el pueblo, y fue lo mejor que hicimos porque pudimos volver a disfrutar de otros paisajes maravillosos. En serio, es increíble la cantidad de recovecos que tiene este lago, lleno de entradas y salidas de tierra y de gente bañándose feliz en sus aguas.


Seguimos bajando, y llegamos hasta la zona pesquera, donde nos encontramos otra maravilla: una lonja de pescados. En ella, miles de ndagalas se secaban al sol para luego ser vendidos en el mercado. La estampa, incomparable. Yo alucinaba al ver esto, y los pescadores más aún al ver a un muzungu paseando por ese lugar tan alejado de lo turístico.

Ndagalas al sol

Tras esto, seguimos rodeando una especie de golfo que se formaba en el lago, y llegamos a otro lugar mágico. Allí, algunos pescadores reparaban sus redes sentados tranquilamente en el suelo, y nos saludaban con total naturalidad. Frente a ellos, otros compañeros subían y bajaban de sus extraños barcos, unidos de tres en tres para optimizar la pesca. Mereció mucho la pena este paseo.



De vuelta al otro lado del pueblo, concluí el día bañándome en el lago bajo un sol magnífico, en pleno mes de diciembre, ante la atónita mirada de algunos transeúntes.

Último baño en Rwanda

Desgraciadamente, ya solo quedaba volver a Kigali para coger el bus de vuelta a Burundi en su caótica estación. No estuvo mal mi "puente" de la Constitución...

Estación de autobuses de Kigali



6 comentarios:

  1. Increíble ese sitio, gran experiencia te estas pegando....yo m iré ahora unos días a Cancun...pero la verdad lo cambiaba x tu fin de semana en el lago, besito

    ResponderEliminar
  2. ole ese medusa!!! me alegro un montón de todo lo que estás viviendo!! aprovecha que eso ya no te lo quita nadie!!! un abrazo!!!

    ResponderEliminar
  3. lo mejor es que haz jugao al voleibol!!!

    ResponderEliminar