Perdonen el retraso, queridos lectores, pero es que llevo un par de semanas sin parar por una bonita y sencilla razón: ¡por fin he empezado mis clases! Pero esta locura-odisea ya la contaré otro día...
Bien, hoy vengo a hablaros de mi última excursión, la que hice el fin de semana pasado al Parque Nacional de la Ruvubu, el más importante de Burundi y que se extiende al este del país. El viaje, en principio solo para la noche del sábado, comenzó ese mismo día con el objetivo de pasar el día y la noche en Muyinga. Por causas ajenas a la organización, al final llegamos más tarde de lo previsto y casi no nos dio tiempo a visitar la ciudad, con lo que lo dejamos para el día siguiente. Gran acierto, porque la mañana del domingo la pasamos alucinando con el mercado central, el más impresionante y lleno de vida que he visto en este país. En él, podías encontrar decenas de puestos de todo tipo: piñas, coles, bananas, ndagala (pescado seco), mecánicos de bicicletas, legumbres, etc. Y como no podía ser de otra forma, la palabra "muzungu" era la más repetida a nuestro paso.
Tras esto, pusimos rumbo a la Ruvubu, donde según nos contaban podías encontrar búfalos, antílopes, diferentes especies de monos, gacelas, hipopótamos, cocodrilos y otros grandes animales en libertad. Como la carretera era bastante precaria, llegamos pasado el mediodía, y Sylvestre, el guía-responsable del parque nos dijo que iba a ser difícil encontrar animales a esa hora, además de que es recomendable avisar con varios días de antelación para poder localizarlos. ¿Solución? Dentro del mismo parque existe una casa rural en la que podíamos pasar la noche, y de este modo podríamos levantarnos al alba para buscar a los susodichos especímenes salvajes.
¿Qué hicimos? Obviamente no fue difícil convencernos, así que decidimos quedarnos allí, con el "insignificante" problema de que allí no había ni luz, ni agua, ni comida. Mientras visitábamos al parque a pie, el hermano del guía, provisto de una bicicleta y un saco, fue a por provisiones hasta el pueblo más cercano, a unos siete kilómetros por caminos infernales. En esta primera visita tuvimos la ocasión de ver de varios tipos de monos, como babuinos y cercopitecos rojos y plateados (traducción literal). Una pasada la agilidad de estos caballeros. Por último, llegamos caminando hasta el río Ruvubu, con su espectacular color anaranjado sacado de los documentales de la 2.
Llegamos a la casa rural justo al anochecer, y poco después empezó a diluviar. Decenas de luciérnagas alumbraban intermitentemente el paisaje, mientras se escuchaban los gritos de algunos primates en la distancia. El hermano de Sylvestre llegó, pobre mío, sin luz en la bicicleta, empapado y cargado hasta los ojos. Para que luego digan que los africanos no trabajan...
Cenamos pronto un arroz con carne y algo de fruta y verdura, y nos fuimos temprano a la cama, porque la idea era amanecer a la vez que los monos. Casi lo conseguimos, y antes de las ocho ya estábamos de camino en busca de nuevos "animalillos". Poco después de salir, divisamos una pequeña manada de antílopes, y más adelante otra más. Al rato, divisamos dos búfalos a lo lejos, y Sylvestre, muy motivado, nos dijo de acercarnos hasta ellos, caminando entre las hierbas altas del parque. De pronto escuchamos unos ruidos de esos que te suenan de la tele, y nos dimos cuenta que, a unos escasos diez metros, descansaba una enorme manada de búfalos de casi mil kilos cada unos. Al escucharnos, salieron huyendo en estampida, y Sylvestre salió corriendo tras ellos con una agilidad pasmosa (es importante decir que tenía casi sesenta años el caballero). La sensación de adrenalina fue impresionante, aunque si hubieran corrido hacia nosotros habría sido mayor. Tras este "subidón", volvimos al coche y pusimos camino de vuelta hacia Ngozi, con la pena de no haber visto hipopótamos y cocodrilos, pero con la emoción de haber visto búfalos a dos pasos de distancia.
Desgraciadamente, casi no pude hacer fotos de estos, aquí os he dejado la que mejor salió. Esperemos que pueda hacer mejores fotos en el próximo viaje...
xaxo, yo me quedé sin ver ese parque. Me encanta como cuentas la experiencia, por un momento nos haces pensar que estamos también dentro del parque. Qué arte!
ResponderEliminarAh! me encanta que entre ndagalas y legumbres metas a los mecánicos de bicicletas, jejeje! qué crack!
Muchas gracias señor!! Y anda que no son importantes los mecánicos, con sus pinturitas y todo!! Un abrazo!!
Eliminarm a r a v i ll o s o
ResponderEliminarEres la mamada, sabelo
Otra vez muestras tus relatos con gran expectación que como bien dice "Damaso" nos hace imaginarnos que estamos alli contigo disfrutando de ese paisaje.. Gracias pisha .
ResponderEliminarOtra cosa, ese viaje lo teniais organizado por que motivo, ¿ por que querias visitar el parque ? o ¿ porque lo organizaba tu escuela ? Por cierto, para ir en bicicleta y traer tantas cosas el hermano de Sylvestre jajaja comisteis de escandalo eh,, arroz con carne que rico..!!
Espero seguir leyendo mas relatos y vivencias por aquellas tierras.
Te dejo una pista más sobre mi... xD Estudié contigo.. Más y mejor la próxima vez Andrés, cuidate y un saludo!
Jajaja, seguimos con el acertijo... por lo que me dices, me imagino que estudiamos juntos en el Harvard Núñez, pero sigo sin saber quién eres... el viaje lo hicimos por puro placer, para conocer la ciudad de Muyinga y este Parque Nacional, que la verdad es que me encantó!!
EliminarUn saludo, anónimo!!