¡Bienvenidos a, probablemente, el
mayor y más interesante centro comercial de Burundi! Os presento el mercado de
ganado de Vyegwa, que se monta cada miércoles, llueva, truene o haga canícula,
a varios kilómetros al este de Ngozi.
Ayer tuve el enorme privilegio de
darme una vuelta por él para respirar la cultura más tradicional de Burundi, y
volví maravillado. En principio, es un gran mercado de venta de ganado, situado
en medio de la nada, sobre una colina. Pero con el paso del tiempo ha ido
creciendo para ofrecer a su selecta clientela mucho más que simples cabezas de
ganado.
En primer lugar, nada más llegar
encontramos la “sección de ganado bovino” en una amplia explanada inundada de
excrementos y fango. Corriendo sin control y perseguidos por sus dueños,
podemos ver numerosas vacas, terneros y otras especies de impresionantes
cuernos. Otras, sin embargo, se limitan a comer forraje tranquilamente, que
también se puede comprar aquí.
Junto a estos, se encuentra la “sección
caprina”, con cientos de cabras corriendo y saltando, con las patas atadas o
con sus dueños llevándolas agarradas por las patas delanteras como si las
cogieran “de la mano”, con los consiguientes problemas de equilibrio de los
pobres animales. Fue aquí donde vi lo mejor de todo el mercado, pero esto se
merece una entrada aparte…
Vecina a la misma, podemos
deleitarnos con la “sección ovina”, con decenas de ovejas de varias especies,
balando como queriendo llamar nuestra atención.
Seguimos paseando por el centro
comercial hasta toparnos con la pequeña “sección avícola”, donde podemos
comprar gallos, gallinas y pollos a sus simpáticos vendedores.
Entre tanto animal vivo, también podemos
endulzarnos la mañana pelando y chupando caña de azúcar recién cortada y
expuesta en la sección “carpintería” (por ejemplo, no sabía dónde ubicarla).
Otra manera de tomar algo dulce y
sano es degustando alguna de las frutas exóticas de la “sección de frutería”,
sobre todo piñas y bananas, aunque también frutas de la pasión (maracuyá).
Si por el contrario lo que
queréis es relajaros fumando algo natural, lo mejor es pasarse por el “estanco”
para comprar hojas de tabaco seco, listo para fumarlo. Según me cuentan, la tos
intensa está garantizada.
¡Más aún! Para los amantes del
deporte, podemos encontrar una amplia gama y variedad de bicicletas en la
sección “dos ruedas”. Eso sí, que nadie espere bicicletas con piñones y platos;
eso es solo para débiles. Por cierto, dicen las malas lenguas que son todas
robadas, así que por si acaso, lo mejor es comprar también un buen candado.
Obviamente, y como en todo buen
centro comercial que se precie, no puede faltar la ropa de primeras marcas. Aquí
tenemos “Zara”, “Cortefiel”, “Springfield” y todo lo que necesitéis, siempre
con los precios más competitivos.
Y nos vamos adentrando en el
pasillo central, donde se concentra gran parte del bullicio de este animado
mercado, y que nos lleva a otra parte importante. Más ropa, zapatos y otros
complementos hacen las delicias de los visitantes, todo bañado en charcos y
barro.
Aquí, en el centro del mercado,
encontramos los restaurantes de “fast food”. Por ejemplo, podemos deleitarnos
probando el “queso de Congo”, que no tiene nada que ver con el queso, ya que es
una pasta de mandioca envuelta en sus propias hojas. Todo esto mientras
lo que queda de una vaca (con el rabo incluido) nos observa colgando de un
gancho.
Por último, como no podía ser de
otra manera, tenemos varios puestos de brochetas con bananas asadas. Aquí
puedes elegir qué parte de la vaca o la cabra te quieres comer, la cual no hace
ni media hora estaba corriendo por la explanada. ¿Quieres el lomo? ¿La pierna?
¿Los intestinos o el hígado? Sin problema, la brocheta será tuya en pocos
minutos. Y lógicamente, ya que estamos en Burundi, hay cerveza. Mucha cerveza.
Y todo el mundo la bebe, y todos hablan con todos.
¿Y cómo acabé yo mi visita a este
mágico lugar? Exactamente, devorando dos deliciosas brochetas de cabra con
bananas asadas, acompañadas de una fanta, por un precio irrisorio. Antes de que
nadie me ataque, en mi defensa diré que era muy temprano para una cerveza, y de
nuevo anticipándome a cierto personaje de Monesterio que dice que “para
conservarse como el bronce, la primera a las once”, resulta que justo después
tenía una reunión en la Universidad, así que no era plan de tomar cerveza a
esas horas, que aquí las venden de casi un litro.
Así que nada, ya sabéis, el que
se quiera llevar un animalito a casa… ¡A negociar! Y queda pendiente la
estrella del mercado para otra ocasión. No os defraudaré.