lunes, 29 de abril de 2013

El pastorcillo valiente


Con un poco de retraso, aquí llega la estrella del mercado de Vyegwa de la que os hablé en la última publicación: el pastorcillo valiente.


Este pequeñajo, vara en mano y pese a sus problemas de equilibrio, tenía a sus dos cabras perfectamente controladas, ante las miradas de asombro y las risas de los demás ganaderos y visitantes.


De vez en cuando daba algún que otro tirón de la cuerda, o las golpeaba con su vara, y estas ni se atrevían a moverse. Con este tipo de gente, ¡Burundi tiene un buen provenir asegurado!


jueves, 18 de abril de 2013

Mercado de ganado de Vyegwa


¡Bienvenidos a, probablemente, el mayor y más interesante centro comercial de Burundi! Os presento el mercado de ganado de Vyegwa, que se monta cada miércoles, llueva, truene o haga canícula, a varios kilómetros al este de Ngozi.


Ayer tuve el enorme privilegio de darme una vuelta por él para respirar la cultura más tradicional de Burundi, y volví maravillado. En principio, es un gran mercado de venta de ganado, situado en medio de la nada, sobre una colina. Pero con el paso del tiempo ha ido creciendo para ofrecer a su selecta clientela mucho más que simples cabezas de ganado.
En primer lugar, nada más llegar encontramos la “sección de ganado bovino” en una amplia explanada inundada de excrementos y fango. Corriendo sin control y perseguidos por sus dueños, podemos ver numerosas vacas, terneros y otras especies de impresionantes cuernos. Otras, sin embargo, se limitan a comer forraje tranquilamente, que también se puede comprar aquí.


Junto a estos, se encuentra la “sección caprina”, con cientos de cabras corriendo y saltando, con las patas atadas o con sus dueños llevándolas agarradas por las patas delanteras como si las cogieran “de la mano”, con los consiguientes problemas de equilibrio de los pobres animales. Fue aquí donde vi lo mejor de todo el mercado, pero esto se merece una entrada aparte…


Vecina a la misma, podemos deleitarnos con la “sección ovina”, con decenas de ovejas de varias especies, balando como queriendo llamar nuestra atención.


Seguimos paseando por el centro comercial hasta toparnos con la pequeña “sección avícola”, donde podemos comprar gallos, gallinas y pollos a sus simpáticos vendedores.


Entre tanto animal vivo, también podemos endulzarnos la mañana pelando y chupando caña de azúcar recién cortada y expuesta en la sección “carpintería” (por ejemplo, no sabía dónde ubicarla).


Otra manera de tomar algo dulce y sano es degustando alguna de las frutas exóticas de la “sección de frutería”, sobre todo piñas y bananas, aunque también frutas de la pasión (maracuyá).


Si por el contrario lo que queréis es relajaros fumando algo natural, lo mejor es pasarse por el “estanco” para comprar hojas de tabaco seco, listo para fumarlo. Según me cuentan, la tos intensa está garantizada.


¡Más aún! Para los amantes del deporte, podemos encontrar una amplia gama y variedad de bicicletas en la sección “dos ruedas”. Eso sí, que nadie espere bicicletas con piñones y platos; eso es solo para débiles. Por cierto, dicen las malas lenguas que son todas robadas, así que por si acaso, lo mejor es comprar también un buen candado.


Obviamente, y como en todo buen centro comercial que se precie, no puede faltar la ropa de primeras marcas. Aquí tenemos “Zara”, “Cortefiel”, “Springfield” y todo lo que necesitéis, siempre con los precios más competitivos.


Y nos vamos adentrando en el pasillo central, donde se concentra gran parte del bullicio de este animado mercado, y que nos lleva a otra parte importante. Más ropa, zapatos y otros complementos hacen las delicias de los visitantes, todo bañado en charcos y barro.


Aquí, en el centro del mercado, encontramos los restaurantes de “fast food”. Por ejemplo, podemos deleitarnos probando el “queso de Congo”, que no tiene nada que ver con el queso, ya que es una pasta de mandioca envuelta en sus propias hojas. Todo esto mientras lo que queda de una vaca (con el rabo incluido) nos observa colgando de un gancho.


Por último, como no podía ser de otra manera, tenemos varios puestos de brochetas con bananas asadas. Aquí puedes elegir qué parte de la vaca o la cabra te quieres comer, la cual no hace ni media hora estaba corriendo por la explanada. ¿Quieres el lomo? ¿La pierna? ¿Los intestinos o el hígado? Sin problema, la brocheta será tuya en pocos minutos. Y lógicamente, ya que estamos en Burundi, hay cerveza. Mucha cerveza. Y todo el mundo la bebe, y todos hablan con todos.


¿Y cómo acabé yo mi visita a este mágico lugar? Exactamente, devorando dos deliciosas brochetas de cabra con bananas asadas, acompañadas de una fanta, por un precio irrisorio. Antes de que nadie me ataque, en mi defensa diré que era muy temprano para una cerveza, y de nuevo anticipándome a cierto personaje de Monesterio que dice que “para conservarse como el bronce, la primera a las once”, resulta que justo después tenía una reunión en la Universidad, así que no era plan de tomar cerveza a esas horas, que aquí las venden de casi un litro.


Así que nada, ya sabéis, el que se quiera llevar un animalito a casa… ¡A negociar! Y queda pendiente la estrella del mercado para otra ocasión. No os defraudaré.

lunes, 15 de abril de 2013

Cuando sepas de mí



Cuando sepas de mí, tú disimula. No les cuentes que me conociste, ni que estuvimos juntos, no les expliques lo que yo fui para ti, ni lo que habríamos sido de no ser por los dos. Primero, porque jamás te creerían. Pensarán que exageras, que se te fue la mano con la medicación, que nada ni nadie pudo haber sido tan verdad ni tan cierto. Te tomarán por loca, se reirán de tu pena y te empujarán a seguir, que es la forma que tienen los demás de hacernos olvidar.

Cuando sepas de mí, tú calla y sonríe, jamás preguntes qué tal. Si me fue mal, ya se ocuparán de que te llegue. Y con todo lujo de detalles. Ya verás. Poco a poco, irán naufragando restos de mi historia contra la orilla de tu nueva vida, pedazos de recuerdos varados en la única playa del mundo sobre la que ya nunca más saldrá el sol. Y si me fue bien, tampoco tardarás mucho en enterarte, no te preocupes. Intentarán ensombrecer tu alegría echando mis supuestos éxitos como alcohol para tus heridas, y no dudarán en arrojártelo a quemarropa. Pero de nuevo te vendrá todo como a destiempo, inconexo y mal.
Qué sabrán ellos de tu alegría. Yo, que la he tenido entre mis manos y que la pude tutear como quien tutea a la felicidad, quizás. Pero ellos... nah.

A lo que iba.

Nadie puede imaginar lo que sentirás cuando sepas de mí. Nadie puede ni debe, hazme caso. Sentirás el dolor de esa ecuación que creímos resuelta, por ser incapaz de despejarla hasta el final. Sentirás el incordio de esa pregunta que jamás supo cerrar su signo de interrogación. Sentirás un qué hubiera pasado si. Y sobre todo, sentirás que algo entre nosotros continuó creciendo incluso cuando nos separamos. Un algo tan grande como el vacío que dejamos al volver a ser dos. Un algo tan pequeño como el espacio que un sí le acaba siempre cediendo a un no.

Pero tú aguanta. Resiste. Hazte el favor. Háznoslo a los dos. Que no se te note. Que nadie descubra esos ojos tuyos subrayados con agua y sal.

Eso sí, cuando sepas de mí, intenta no dar portazo a mis recuerdos. Piensa que llevarán días, meses o puede que incluso años vagando y mendigando por ahí, abrazándose a cualquier excusa para poder pronunciarse, a la espera de que alguien los acogiese, los escuchase y les diese calor. Son aquellos recuerdos que fabricamos juntos, con las mismas manos con las que construimos un futuro que jamás fue, son esas anécdotas estúpidas que sólo nos hacen gracia a ti y a mí, escritas en un idioma que ya nadie practica, otra lengua muerta a manos de un paladar exquisito.

Dales cobijo. Préstales algo, cualquier cosa, aunque sólo sea tu atención.

Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos feliz. Sí, feliz. La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta, -por hacer la lista finita-, que cualquier resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier sitio menos al lugar del que se partió.

Nada de todo esto debería turbar ni alterar tu existencia el día que sepas de mí. Nada de todo esto debería dejarte mal. Piensa que tú y yo pudimos con todo. Piensa que todo se pudo y todo se tuvo, hasta el final.

A partir de ahora, tú tranquila, que yo estaré bien. Me conformo con que algún día sepas de mí, me conformo con que alguien vuelva a morderte de alegría, me basta con saber que algún día mi nombre volverá a rozar tus oídos y a entornar tus labios. Esos que ahora abres ante cualquiera que cuente cosas sobre mí.

Por eso, cuando sepas de mí, no seas tonta y disimula.

Haz ver que me olvidas.

Y me acabarás olvidando.

De verdad.



miércoles, 10 de abril de 2013

Las cataratas de la Karera


Las cataratas de la Karera completan la trilogía de historias del viaje que hice en noviembre, donde además visité la faille des Allemands y conocí a los tambourinaires de Gishora. Estas cataratas se encuentran escondidas en medio de un frondoso bosque de árboles enormes, como tuliperos, sterculias y cordias africanas, el árbol con el que se hacen los tambores tradicionales de Burundi.




Por este impresionante paraje nos estuvimos paseando durante toda una tarde, guiados por un guardabosques, el cual nos mostró las diferentes cascadas que se encuentran en este ecosistema. De la nada, aparecían saltos de agua de decenas de metros de altura, aunque en ocasiones el acceso a los mismos era bastante complicado.




Y aparte, vimos no pocos tipos de insectos diferentes, como mariposas, milpiés o escarabajos, y de hongos, que casi daban ganas de comérselos. En fin, un bonito y agradable lugar, muy recomendado para pasar un día en él, aunque, eso sí, si no tienes coche propio es imposible llegar.


Gandalf burundés


martes, 9 de abril de 2013

Consulado de España en Bujumbura

Os presento el magnífico Consulado de España en Burundi, que se encuentra en el centro de Bujumbura. Como podéis apreciar (o no, al fondo vemos el escudo de España), es una simple casa, con una tienda de alimentación con algunos productos españoles carísimos, y en la que el horario de trabajo es asfixiante: Lunes, miércoles y viernes de 9 a 11:30, y solo con cita previa. Aquí no se estresan demasiado, la verdad, además teniendo en cuenta que en todo Burundi estamos unos diez o doce españoles, no creo que tenga muchas visitas.


Se me olvidaba decir que es un consulado "honorífico", es decir, no se puede hacer ningún papeleo aquí. En caso de pérdida del pasaporte o cualquier otra cosa hay que ir a Dar Es Salaam, en Tanzania, a unos 1.500 km. solamente. Nada, toquemos madera.

miércoles, 3 de abril de 2013

Faille des Allemands

Hoy, otro rinconcito de Burundi, que hace tiempo que no hablo de mi país de acogida. En este caso os traigo la famosa Falla de los Alemanes, una espectacular grieta fruto del movimiento de las placas tectónicas y que se encuentra cerca de Nyakazu, en el sureste del país. Este fenómeno de la geología tiene más de 700 metros de profundidad y debe su nombre a que a principios del siglo pasado albergaba un fuerte militar alemán destinado a vigilar la frontera con Tanzania, justo en la llanura que podemos ver al fondo de la foto.


Y aquí estuve yo, allá por el mes de noviembre, muy bien acompañado por buenos amigos y un ejército de niños curiosos por la presencia bazungu. Próximamente, otro episodio de este viaje que nunca terminé de narrar, y donde también disfruté de los tambourinaires de Gishora.