Ayer la lluvia no perdonó. Afortunadamente permitió a todas las cofradías llegar hasta la Catedral, pero a partir de ahí tuvimos una lluvia intermitente que lo cambió todo. Si a eso le sumas un paseo hasta la estación de autobuses para recoger a unos italianos desconocidos, muy buena gente, por cierto, te da como resultado que solo pude ver la Sagrada Cena y la Candelaria de lejos. Muy mal. Como castigo, hoy el cielo sigue amenazando. Toquemos madera.
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